viernes, 26 de diciembre de 2008

La manzana del cine

Tras un año aciago para las salas de cine del centro de Madrid, con un cierre tras otro, el Ayuntamiento de Madrid, los exhibidores y los negocios de hostelería se suman en un proyecto que, de entrada, suena bien. Se trata de relanzar la zona situada entre las calles Princesa, Martín de los Heros, Ventura Rodríguez y plaza de España, que quieren convertir a partir de este mismo viernes en la nueva manzana del cine de la capital. Es el Kilómetro 0,8, planificado conjuntamente por los gestores de la salas de la zona y la Junta de Moncloa-Aravaca del Ayuntamiento de la capital. En líneas generales, se dedicará un mayor espacio al séptimo arte, que se llenará de actividades relacionadas con él, incluido un carné con descuentos.

Las empresas exhibidoras han informado hoy de que la iniciativa se presentará este viernes a las 20.30 en la plaza de los Cubos por la delegada de Las Artes, Alicia Moreno, y el concejal de Moncloa-Aravaca, Alvaro Ballarín, así como de los responsables de las salas. En el proyecto participan los cines Renoir Princesa, Renoir Plaza de España, Cines Princesa y Cines Golem (antiguos Alphaville) -21 pantallas en total-, así como la librería de cine Ocho y Medio, tiendas que venden películas de importación, negocios de DVD de alquiler, bares que proyectan películas antiguas, y otros establecimientos con referencias al sector hasta alcanzar los 45 negocios.

El objetivo, según ha dicho Ballarín, es convertir a este área en "la referencia para los incondicionales del cine en España" y "poner en valor un cine de culto para cinéfilos". Entre otras cosas, se comenzará iluminando y decorando las calles de la manzana de manera especial, con unas luces diseñadas por los directores de fotografía más relevantes del cine nacional. Asimismo, se individualizará el ámbito de manera "amable", con una iluminación permanente basada en las estrellas que aparecieron en la película de Pedro Almodóvar Carne Trémula.

Por otra parte, se creará una imagen corporativa para el proyecto y se desarrollará e implantará una señalización especial para la zona, a la que se sumará el 90% de los establecimientos del ámbito. Asimismo, restaurantes, cafeterías y bares participantes tendrán menús o bebidas especiales vinculadas con la idea. "Existirá un carné de Kilómetro 0,8 que cualquier ciudadano podrá tener con el que se irán acumulando puntos por cada consumición o compra en los establecimientos adheridos, puntos que luego podrán canjearse por descuentos y productos gratis", ha añadido el concejal de Moncloa.

Por su parte, el Ayuntamiento peatonalizará de manera permanente la calle Martín de los Heros entre Ventura Rodríguez y plaza de España a partir de este viernes, y también instalará una carpa donde se proyectarán, entre el 19 de diciembre y el día de Reyes, películas de cine mudo para el público infantil, con un pianista que amenizará las representaciones al estilo de los primeros años del celuloide. No en balde, las salas participantes son las principales proyectoras de películas en Versión Original de Madrid. Asimismo, se editarán 30.000 ejemplares de un mapa de la zona que abarcará el espacio cinematográfico, con indicación de los establecimientos que están asociados al proyecto.


FUENTE: Europa Press

miércoles, 24 de diciembre de 2008

El cuento de Navidad de Auggie Wren

Le oí este cuento a Auggie Wren. Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le hubiera gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre. Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó.

Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años. Él trabaja detrás del mostrador de un estanco de la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo.
Durante mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren. Era el extraño hombrecito que llevaba una sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de Washington, y nada más.
Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando casualmente tropezó con la reseña de un libro mío. Supo que era yo porque la reseña iba acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros.
Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona distinguida. A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero resultó que Auggie se consideraba un artista. Ahora que había descubierto el secreto de quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada. A decir verdad, a mí me resultaba bastante embarazoso. Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en que me preguntó si estaría dispuesto a ver sus fotografías. Dado su entusiasmo y buena voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle.

Dios sabe qué esperaba yo. Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente. En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos. Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla. Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista. El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías. Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una.

Mientras hojeaba los álbumes y empezaba a estudiar la obra de Auggie, no sabía qué pensar. Mi primera impresión fue que se trataba de la cosa más extraña y desconcertante que había visto nunca. Todas las fotografías eran iguales. Todo el proyecto era un curioso ataque de repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un implacable delirio de imágenes redundantes. No se me ocurría qué podía decirle a Auggie, así que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación. Auggie parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo llevaba varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo:

-Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio.

Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar nunca conseguirás ver nada. Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente. Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones. Finalmente pude detectar sutiles diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los sábados y los domingos). Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie.

Una vez que llegué a conocerles, empecé a estudiar sus posturas, la diferencia en su porte de una mañana a la siguiente, tratando de descubrir sus estados de ánimo por estos indicios superficiales, como si pudiera imaginar historias para ellos, como si pudiera penetrar en los invisibles dramas encerrados dentro de sus cuerpos. Cogí otro álbum. Ya no estaba aburrido ni desconcertado como al principio. Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había elegido para sí. Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo con gusto. Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar un verso de Shakespeare.

-Mañana y mañana y mañana -murmuró entre dientes-, el tiempo avanza con pasos menudos y cautelosos.

Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Eso fue hace más de dos mil fotografías. Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su cámara y empezado a hacer fotos. Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía estoy esforzándome por entenderla.

A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad. Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría. En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico. ¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté. ¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo?
Pasé los siguientes días desesperado, guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad. Las propias palabras "Cuento de Navidad" tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza. Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así. Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental? Era una contrariedad en los términos, una imposibilidad, una paradoja. Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.

No conseguía nada. El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza. Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre. Me preguntó cómo estaba. Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.

-¿Un cuento de Navidad? -dijo él cuando yo hube terminado-. ¿Sólo es eso? Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca. Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad.

Fuimos a Jack's, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas en las paredes. Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.

-Fue en el verano del 72 -dijo-. Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda. Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético. Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable. Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar. Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la Avenida Atlantic. Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié. Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.
Resultó que era su cartera. No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con tres o cuatro fotografías. Supongo que podía haber llamado a la poli para que le arrestara. Tenía su nombre y dirección en el carnet, pero me dio pena. No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él. Robert Goodwin. Así se llamaba. Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o su abuela. En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara. No tuve valor. Me figuré que probablemente era drogadicto. Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo?

Así que me quedé con la cartera. De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto. Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer. Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes. Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina. Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.
La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas. Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio. Allí todo parece igual, y recorres y una otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio. Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre. No pasa nada. Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme. Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies. Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.

-¿Eres tú, Robert? -dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta. Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.

-Sabía que vendrías, Robert -dice-. Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.

Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme. Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes? Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.

-Está bien, abuela Ethel -dije-. He vuelto para verte el día de Navidad.

No me preguntes por qué lo hice. No tengo ni idea. Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé. Simplemente salió así, y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella.
No llegué a decirle que era su nieto. No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía. Sin embargo, no estaba intentando engañarla. Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas. Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert. Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto. Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.

Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos. Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa? Cada vez que me preguntaba cómo estaba, yo le mentía. Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como se los creía todos.

-Eso es estupendo, Robert -decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo-. Siempre supe que las cosas te saldrían bien.

Al cabo de un rato empecé a tener hambre. No parecía haber mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas. Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas. Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente. Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas. Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo. Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro. Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.

Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de seis o siete cámaras. De treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad. Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente. Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí. Así de sencillo. Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.
No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca. Demasiado Chianti, supongo. Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé. No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme. Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui. Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento. Y ése es el final de la historia.

-¿Volviste alguna vez? -le pregunté.
-Una sola -contestó-. Unos tres o cuatro meses después. Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún. Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí. No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.

-Probablemente había muerto.
-Sí, probablemente.
-Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.
-Supongo que sí. Nunca se me había ocurrido pensarlo.
-Fue una buena obra, Auggie. Hiciste algo muy bonito por ella.
-Le mentí, y luego le robé. No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.
-La hiciste feliz. Y además la cámara era robada. No es como si la persona a quien se la quitaste fuera su verdadero propietario.
-Todo por el arte, ¿eh, Paul?
-Yo no diría eso. Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.
-Y ahora tú tienes tu cuento de Navidad, ¿no?
-Sí -dije-. Supongo que sí.

Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara. Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia. Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría. Me había embaucado, y eso era lo único que importaba. Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.

-Eres un as, Auggie -dije-. Gracias por ayudarme.
-Siempre que quieras -contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos-. Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres?
-Supongo que estoy en deuda contigo.
-No, no. Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.
-Excepto el almuerzo.
-Eso es. Excepto el almuerzo.

Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta.



25 de diciembre de 1990, New York Times, Paul Auster.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Caminando

Como se habrá podido notar, la frecuencia de posteo ha bajado en los últimos días más de la cuenta, y las últimas entradas han sido más alicaídas y breves. Esto se debe básicamente a que estoy bastante ocupado, y aunque aún tengo tiempo para conectarme a internet, me vais a tener que perdonar un par de semanitas para que pueda atender otros asuntos. Si publico algún post entre estos días será algo sencillo o algún copia/pega. Por lo tanto, os deseo que paséis la Navidad de la forma menos aburrida posible. Sé que será difícil, pero siempre quedan los regalos, la comida y el alcohol.

Antes de que se me olvide, me gustaría dar las gracias a la Caja de Extremadura por su labor con la obra social y la distribución de la cultura. Gracias a ellos, a su confianza, nuestras obras se dan a conocer al público año a año y casi siempre se nos olvida agradecerlo. Esto viene por algo extraño que me ha ocurrido esta mañana cuando me dirigía a encuadernar unos guiones. Iba caminando con prisa por las calles de mi pueblo, escuchando el tema Sin City Lies en mi mp3, cuando de repente me encontré con un cartel promocionado por dicha entidad bancaria de una proyección de trabajos en el que se podía leer mi nombre como autor de uno de ellos, el que rodé este año. Ha sido algo realmente sorprendente e inesperado, como cuando Bill Murray ve su cara en un camión en 'Lost in Translation' de Sofía Coppola, aunque a mucha menor escala, claro. No he arrancado el cartel de la calle para no restar publicidad al asunto, pero ya volveré...

Es una bonita forma de culminar el año. Nuestra pequeña película ha viajado por algunos festivales en Madrid, Aguilar de Campoo y otros municipios menos conocidos, y precisamente finaliza su recorrido en el mismo lugar donde se inició, a pesar de que no descartamos sacarla otra vez de paseo a comienzos del 2009. No es un trabajo espectacular ni brillante, pero se realizó con mucho entusiasmo, dedicación y ganas, tal vez fueron estos valores los que nos llevaron a estos festivales.

Hace un par de semanas comenzamos a rodar un nuevo corto en el que me he sumergido sin bombonas de oxígeno, sin traje y sin nada, nos hemos tirado directamente a la piscina a ver lo que sale (¿por qué tengo la sensación de que siempre me pasa lo mismo?). A diferencia del anterior trabajo, en éste no contamos con cámaras profesionales, ni con actores de verdad, ni con nada, por no tener, casi no tenemos equipo técnico, pero os diré algo, sí hay guión, que es lo más importante. De momento hacer un balance de cómo van las cosas es muy complicado ya que sólo hemos rodado un par de exteriores en Madrid que no creo que nos sirvan para nada, así que es como si no hubiéramos hecho nada todavía. Siempre me gusta tomar exteriores en Madrid, aunque después nunca sé si van a ser utilizados a la hora de montar la película, una película que ahora se encuentra congelada debido a otras prioridades que han ido surgiendo, pero que esperamos retomar en breve. Ya ni recordaba lo que era salir a la calle con una cámara convencional y sin trípode, te sientes inseguro y sin referencias, de todas formas, si sale bien prometo convertirme al judaísmo.

Después de rodar nuestro último trabajo me dije que a partir de entonces únicamente escribiría, pero me he dado cuenta de que si no diriges tú, muy poca gente lo va a hacer por ti. También me dije que en caso de dirigir, sólo lo haría con historias de corta duración, así que de momento no estoy incumpliendo ningún pacto, ya que la duración prevista para este nuevo corto en principio no superará los 3 minutos. Más que un corto yo lo definiría como una gran secuencia de montaje, casi un videoclip. De todas formas, lo que me ha obligado a dejar todo esto aparcado unos días y lo que me mantiene ocupado la mayor parte del tiempo es otro asunto mucho más importante, de ésos que al final no sabes si valdrán para algo, si llegarán a buen puerto o se perderán en alta mar junto a tus mejores deseos.

Y es lo que hay que hacer, me lo repito todos los años, hay que luchar contra la tormenta de arena. Poco a poco. Y vendrán tiempos difíciles, pero hacerse un hueco en esta industria es cuestion de mucho trabajo y constancia, sobre todo constancia, hay que ser muy terco y no tirar la toalla a las primeras de cambio o al primer contratiempo, no obstante, es cierto que debes tener bien cubiertas las espaldas porque podrías acabar viviendo bajo un puente.

viernes, 5 de diciembre de 2008

¡El cine indie está vivo!

Tras confirmarse esta misma semana que el documental del colega y currante Tom DiCillo sobre The Doors, el mismo que hace muy pocos días ha finalizado de montar, llamado "When You're Strange", estará compitiendo en el próximo Festival de Sundance, ahora parece que el cine indie de verdad, el que está hecho con cuatro duros y rodado sin permisos, vuelve a resucitar, y no solamente por este hecho. Las buenas noticias para el cine auténtico no se quedan ahí, y desde hoy ya se puede ver sólo en los mejores cines 'Buscando un beso a medianoche', que viene a confirmar mis mejores presentimientos. Una semana redonda ésta, vaya.



No os podéis imaginar la tremenda alegría que me he llevado con esta película. No es una de Jim Jarmusch, no es una de Kevin Smith, no es de Richard Linklater, no es de DiCillo, no es una de Cassavettes, pero lo parece, sin embargo, ésta es de un nuevo valor en alza que les rogaría apuntaran en un papel y tuvieran muy en cuenta: Alex Holdridge, hasta el día de hoy un absoluto desconocido de Austin, Texas.



In search of a midnight kiss se desarrolla en la ciudad de Los Ángeles, donde viven 12 millones de personas. Faltan 14 horas para el Año Nuevo, y Wilson, un guionista al que le va de mal en peor, consigue una cita por internet. Si quieren saber el resto, por favor, vayan a un cine bueno de confianza donde la proyecten y vean esta joya única. Esto es cine puro y duro del de verdad. Holdridge se financió su propia película con su dinero y el de sus amigos, que son los propios actores. Hay muchos exteriores de la ciudad angelina, y para ninguno de ellos se pidió permiso de rodaje porque no había dinero. Ahora dice que quiere hacer una película de bajo presupuesto en Francia. Por favor, que alguien le pague el billete de avión si hace falta, o qué coño, se lo pago yo.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Belleza en la Provenza

Los que me conocen bien saben que adoro el cine francés, pero más todavía la belleza de sus actrices. Marion Cotillard, Clotilde Hesme, Sophie Marceau, Catherine Deneuve, Juliette Binoche, Audrey Tautou y un largo etcétera. Esto prácticamente me obliga a ver cualquier película en las que ellas hagan acto de presencia, ya sea una cinta buena, mala o regular.



La semana pasada pude ver por fin 'Le Fils de l'épicier' (El hijo del tendero), aquí traducida como Un verano en la Provenza, que se estrenó el pasado mes de Septiembre. El guión es obra de Florence Vignon y Eric Guirado. Dirige el propio Guirado. Actúan Nicolas Cazalé (Caótica Ana), y Clotilde Hesme (Les amants réguliers, Les chansons d'amour).
Antoine (Cazalé), ha perdido su empleo en la ciudad y le pide dinero a su madre para ayudar a Claire (Hesme) a pagar sus estudios en España una vez que ésta termine el bachillerato que ha reanudado a sus 26 años. El padre de Antoine ha sufrido un infarto, y ahora el joven tiene que desplazarse hasta el pueblo en el que se crió para sustituirle como tendero y así devolverle de alguna manera el favor a su madre.



La película describe ese retorno nostálgico al pasado. Cada plano está dotado de una belleza sublime y la fotografía de Laurent Brunet es un auténtico regalo para la vista. En esto siempre he envidiado a los franceses, que desde los tiempos de Renoir le han sacado bastante más provecho que nosotros a los paisajes rurales y al campo. En ocasiones también me recuerda al cine de otro Eric, de Éric Rohmer. El drama familiar y personal de los personajes conmueve, pero está bien solventado con momentos francamente cómicos en los instantes precisos que la hacen bastante agradable de ver. Seguro que a más de uno le provoca una carcajada la personalidad de los clientes de los pueblos que acuden a comprar al tendero para abastecerse, o la irónica respuesta de Nicolas Cazalé cuando dice que ha llegado tarde porque había mucho tráfico, allí, en el lugar más recóndito de la Provenza.



Por supuesto, tengo que mencionar obligatoriamente a Clotilde Hesme, una gran actriz a la que sigo con entusiasmo desde 'Les amants réguliers' de Phillippe Garrel. Alguien debería construir un monumento a la belleza de esta chica, porque si no tendré que hacerlo yo con mis propias manos. Dicho queda.



Si os dais prisa, la película todavía se puede disfrutar en algún cine. En Madrid permanece en la cartelera de los Renoir Majadahonda y en los cines Princesa de la Plaza de los Cubos junto a Plaza de España. El horario para verla en este último es a la 1 de la madrugada. Perfecta hora para disfrutar de una bella película.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El trabajo del guionista

Tomo prestado este video del blog de David Muñoz. Pertenece a la serie 'Qué vida más triste', triste pero afortunada, ya que recientemente han dado el salto a la televisión partiendo de un videoblog. Bravo por ellos.

viernes, 21 de noviembre de 2008

La velocidad

Creo que los guiones deben escribirse a la mayor velocidad posible. Y con aún mayor decisión.
Por "la mayor velocidad posible" no quiero decir que haya que hacerlo a tontas y a locas. Creo, sin embargo, que hay que esforzarse al máximo y trabajar sin interrupción.
Lo importante que hay que decidir es el ritmo específico de cada cual. Si, por ejemplo, cuando van bien las cosas, pueden hacerse una o dos páginas al día, al escribir un guión hay que intentar que sean dos. Si pueden hacerse de siete a diez, hay que hacer diez.
El razonamiento, si es que puede llamarse así, es que la energía extra empleada se transifere a la página y de ahí al lector.
Quizá ocurre. A veces.

Como ejemplo de la "decisión" mencionada anteriormente, me gustaría hablar brevemente sobre el guión de Dos hombres y un destino.
La primera vez que leí algo sobre Butch y Sundance fue a finales de los 50 y la historia de estos dos bandidos me fascinó. Empecé a investigar sobre ellos a salto de mata; no había muchos libros sobre ellos, pero había artículos. Así que los busqué y los leí. Cuanto más leía, más crecía mi fascinación.
En 1963 conocí a un productor de cine, Lawrence Turman (El graduado), y le hablé del material. Fue de gran ayuda en el intento de imaginar una línea conductora de la historia.
Porque el material, por muy rico y variado que fuera, tenía sus problemas. Abarcaba buen número de años, pasaba de continente a continente. Era un tema de enorme amplitud. Si escribimos un poema épico podemos extendernos lo que queramos, pero ése no era el caso, más bien era la historia personal de esos dos bandidos tan poco corrientes.
Finalmente investigué cuanto me fue posible, con la esperanza de lograr una historia que fuera coherente, y escribí la primera versión en 1966.
Me llevó cuatro semanas.
Cuando alguien pregunta cuánto tiempo lleva escribir un guión, nunca sé qué responder. Porque no fueron cuatro semanas lo que me llevó escribir Dos hombres y un destino. En realidad fueron casi ocho años.
En todo caso, antes de empezar, todo debe estar claro en la cabeza y debe sentirse uno a gusto con la historia que se trata de narrar. Una vez que se ha empezado hay que ir como las balas... Pero mejor no disparar antes de estar listo...

William Goldman, 'Las aventuras de un guionista en Hollywood'.

Este extracto pertenece al más que recomendable libro 'Las aventuras de un guionista en Hollywood'. William Goldman, ganador de dos Oscars, es autor de los guiones 'Dos hombres y un destino', 'La princesa prometida', 'Misery', 'Todos los hombres del presidente', 'Chaplin', 'Maverick', etc.
¿Y a que no sabéis de quién es obra 'El indomable Will Hunting'? ¿De Ben Affleck? ¡Ja! Si se pasaba todo el día fumando porros, ¿de Matt Damon? Bueno, puede que la idea original fuera suya y que desde luego estuviera más implicado en la escritura que su amigo del alma Affleck, pero lo que nunca se ha dicho es que Goldman cogió el guión de 'El indomable...' y le hizo unos arreglos más que considerables para que la pareja de actores consiguiera el Oscar al mejor guión original. De hecho, antes de que Goldman metiera mano, la película iba a ser un thriller. Después en la gala creo recordar que se lo agradecieron a todo el mundo menos a él.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Nick and Norah's Infinite Playlist

El año pasado la peli indie de éxito para adolescentes y en general para amantes del buen cine fue 'Juno' de Jason Reitman. Este año tal vez sea ésta, 'Nick and Norah's Infinite Playlist', de Peter Sollet, que alcanzó notable éxito en el 2002 con 'Raising Victor Vargas'. Firma el guión basado en la novela de Rachel Cohn y David Levithan la debutante Lorene Scafaria, que además hace un cameo en la película.



En cuanto al cartel de actores, bueno, a Michael Cera creo que ya todos le conocemos desde que apareciera en 'Supersalidos', que es una joya de la comedia, y más recientemente en la nombrada 'Juno'. A Kat Dennings la hemos visto en 'Virgen a los 40', pero sin duda ésta será la película que le dará el empujón que necesita, y de Alexis Dziena cualquiera podría caer enamorado al verla en 'Flores Rotas' de Jarmusch.


Diablo Cody y
Lorene Scafaria


La acción de la película se desarrolla durante una noche de juerga por garitos de música indie en Nueva York. A Nick (Michael Cera) bajista de un grupo, le ha dejado su chica (Alexis Dziena) hace unas semanas. Durante la presente noche conoce a Norah (Kat Dennings), que le pide que finja ser su novio durante cinco minutos.



Todas las noches tienen una banda sonora, y ojo a la banda sonora de 'Nick and Norah's...', que incluye temas de We are Scientist, Modest Mouse, The Submarines, The Dead 60's, Dusty Springfield, y hasta el politono del Boys Don't Cry de The Cure.
La película contó con un presupuesto de 9 millones de dólares. Ya ha recaudado en Estados Unidos más de 30 millones. Aunque todavía no hay fecha de estreno en España, lo más probable es que llegue a nuestras pantallas entre finales de Enero del 2009 y principios de Febrero.
Aquí os dejo con Middle Management de Bishop Allen, uno de los temas de la lista de Nick y Norah.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Redescubriendo el teatro

Jamás me había creído el teatro, y cada vez que salía de ver alguna obra, ésta, a diferencia de lo que experimentaba con el cine, me dejaba una sensación de cierta insatisfacción, pero toda esa percepción cambió cuando descubrí el teatro moderno con la creación de Daniel Veronese 'Mujeres Soñaron Caballos'. Fue en una de las épocas más bohemias e interesantes que he vivido hasta el momento, y fue hace bastante poco, así que podemos decir que prácticamente acabo de volver a redescubrir el teatro.

Por aquel entonces, la obra llegaba al Centro Dramático Nacional del madrileño barrio de Lavapiés, aunque ya había gozado de un notable éxito seis años atrás en Argentina. ¿Cómo fui a ver la obra? Por mera eventualidad. No esperaba mucho y recibí más de lo que jamás hubiera imaginado. En esto, mi primo tiene parte de culpa. Si no hubiera sido por él, yo ahora mismo no estaría escribiendo esta entrada.

Los dos llegamos a la Plaza de Lavapiés desde Atocha una hora antes de que empiece la función. Para hacer tiempo nos damos un paseo hasta La Latina y nos tomamos unas cañas. Al volver, el buen ambiente que se respira en la Plaza de Lavapiés y en los alrededores del teatro es inmejorable. La gente termina de entrar al teatro, a nosotros no nos preocupan las colas, somos vips. Por si no lo he dicho antes, nuestra relación con este centro es de pura hermandad, nos conocen sobradamente. Esto también se lo debo a mi primo. Así que entramos casi a escondidas a la Sala Francisco Nieva del teatro Valle-Inclán, que se encuentra dentro del Centro Dramático Nacional. Por si no la conocéis, es una sala espectacular que recuerda a la estructura de los antiguos teatros griegos y romanos pero en un espacio muchísimo más reducido. El público se posiciona literalmente encima del escenario, posibilitando casi una completa disección de lo que allí sucede como si los personajes fueran ratas de laboratorio.



La acomodadora nos guía hasta nuestros asientos. Los actores ya están fuera en el escenario, concentrados. Para poder acceder a las butacas, hay que pasar junto a ellos. Y es aquí, en el teatro, donde se aprecia de verdad lo buen actor que es cada uno. En el teatro el actor está expuesto al público en directo, se desnuda ante él y no tiene más protección que su propio talento, que por cierto en esta obra, es de muy alta calidad: Blanca Portillo, Ginés García Millán, Celso Bugallo, Susi Sánchez, María Figueras y Andrés Herrera, que no necesitan ninguna caracterización especial y prácticamente actúan con la ropa con la que vienen de la calle.

Para mí, cruzar la mirada durante unos instantes con el veterano Bugallo y tenerle justo delante a menos de un metro de distancia fue algo inolvidable, él es uno de mis actores españoles favoritos.
Nos sentamos en las butacas reservadas para los invitados y famosillos que se dejan caer por allí. Justo a mi lado se sienta Jesús Quintero (el loco de la colina), probablemente el entrevistador más famoso de España. Yo comienzo a leer el programa mientras los actores siguen en el escenario a escasísimos metros, y extraigo la siguiente reseña de Daniel Veronese:

"Me intrigaba el perfil sentimental de quienes resisten como pueden pero en algún momento descubren la forma de devolver la violencia que reciben. Estando desequilibrados ya en el aire, ¿a qué nos atrevemos? ¿Qué cambios profundos podemos generar en nosotros mismos?
De ahí surgió la idea de un escenario estático, sin cambios de luz, sin ninguna posibilidad de musicalizar esos vínculos. Una sola salida, cerrada desde un principio para estos personajes. Quizás, con tan sólo asomarnos a la ventana nosotros también podríamos constatar que el estado de esa micro política familiar bien puede ser trasladado a nuestra violencia política y social cotidiana. No lo sé, pero hay un nuevo tipo de violencia en el aire. Lo veo. Lo siento dentro de mí y dentro de mucha gente. Yo decidí escribir entonces." Al leer esto no puedo más que decirme: "Joder, y yo también." Sentí que Veronese había dado en el clavo, y que si verdaderamente conseguía mostrar eso al público saldría victorioso de este centro de disección como ya había hecho en su país.



Al principio, me tomo como algo divertido la complicidad que hay entre el propio Celso Bugallo y la joven María Figueras antes de empezar la obra. Como ya sabemos, todo se desarrolla en una sola localización, en el comedor de una casa donde la familia pretende celebrar una cena que acabará por desestructurar todos los lazos que les unen de forma violenta. Bien, pues en ese comedor hay una canasta colgada justo encima de la quilla de una de las puertas, y antes de empezar la función, María Figueras no hace más que botar y botar un balón de baloncesto y tirar continuamente a canasta. Incluso invita a Celso Bugallo a realizar un lanzamiento. Como digo, al principio lo veo como algo divertido e incluso me entran ganas de jugar con ellos, pero más tarde, durante la función, empiezo a comprender el porqué de todo ese numerito. Iván, el personaje de Bugallo es el que más defiende a Lucera, el personaje de María Figueras, y el dichoso balón de baloncesto, que no había dejado de botar desde entonces, acaba por desquiciar tanto al público como a los personajes. No sé si lo hicieron aposta o si ése era uno de los objetivos, pero les quedó que ni pintado, y a mí me encandilaron.

Se me quedan los ojos como platos con la fuerza y la autoridad con la que interpreta Blanca Portillo, de verdad, increíble. No se queda corto Ginés García Millán, pero es que en general, todo este grupo actoral hace que me olvide en unos pocos minutos de todo el teatro que yo había visto con anterioridad, porque aquí, todo parece real, tan real que incluso te asusta estar viendo tales acontecimientos justo delante de ti sin que puedas hacer nada. La función acaba y el público se pone en pie para aplaudir a rabiar. Los actores salen a saludar una vez, dos veces, tres veces, cuatro, cinco, pierdo la cuenta. El público continúa aplaudiendo a rabiar. Los actores vuelven a salir a agradecerlo. Nadie se atreve a parar de aplaudir. No sé cuántos minutos pasaron. Después, todos salen sobrecogidos y acongojados por lo que acaban de ver, creo que la sensación general es la de haber violado con la mirada a esos personajes.
Y es a partir de aquí cuando mi percepción de "teatro" cambia. Es aquí cuando me rindo ante el denominado teatro moderno.

Son casi las 11 de la noche. El Centro Dramático comienza a quedarse vacío, y como me puedo permitir el lujo de bajar a los camerinos, lo hago. Nunca le he dado demasiada importancia a tener delante de mí a actores, presentadores, modelos y gente más o menos famosa en general, porque al fin y al cabo, sólo son personas. Ciertamente, en algunos casos me hace más ilusión que en otros, pero no suelo agasajar a los demás pidiéndoles autógrafos o fotografías. Incluso soy bastante reticente a interrumpirles para hablar. Para mí, la gran prueba de fuego en este sentido fue encontrarme cinco veces seguidas con Patricia Conde y aguantar como un jabato la tentación de lanzarme sobre ella.

Pero volviendo con lo que nos ocupa, una cosa me llevó a la otra. Yo había redescubierto el teatro y no me podía quedar ahí, lo que inevitablemente me lleva a conocer la obra del irlandés Martin McDonagh, reputado dramaturgo y ahora también cineasta. Ganador del Premio Oscar al mejor corto de ficción por 'Six Shooter' hace un par de años, el relato más macabro y rocambolesco que he visto en mi vida. Y autor también de la mejor película del pasado verano: 'Escondidos en Brujas', donde McDonagh (el rey del humor negro) traslada varios de sus recursos teatrales al cine, un experimento que podría haber resultado fatídico y que sin embargo resuelve de forma genial, impactante y brutal, exactamente tal y como es su obra, denominada ya como "teatro de la crueldad". Su creación 'El hombre almohada' y su representación por mis paisanos 'Teatro del noctámbulo' no tiene precio. Algunos incluso se han atrevido a decir que es una mezcla entre los Hermanos Grimm y Tarantino. Desde luego, la referencia le hace justicia.

martes, 11 de noviembre de 2008

Inspirado en noviembre

Siempre me ocurre al llegar Noviembre y no es por el cambio de hora. La noche llega y yo no tengo ganas de irme a la cama, y si lo hago, no conseguiré dormir. Mi media de sueño por esta época es de entre 4 ó 5 horas, cuando lo normal en mí son 7. Desconozco el motivo por el que puede ocurrir esto, quizá tenga que ver de algún modo que estemos en mitad del periodo entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, de todas formas no busco a ningún psiquiatra ni a ningún médico que me haga un chequeo, porque lo que se puede ver como un sinvivir yo lo convierto en una ventaja, esas horas en las que no duermo, las reinvierto en la escritura y en la creación, tareas en las que cuando llega el frío, la lluvia y la nieve, me siento más inspirado que con el calor, que lo único que hace es reblandecerme el cerebro y en ocasiones también la imaginación, algo muy perjudicial para la salud del guionista. Debe haber algo místico entre los días grises y yo, pero la verdad es que siempre me ha parecido más inspirador, bello y placentero un paisaje nevado, ya sea en la ciudad o en el campo, que un tórrido día de verano. Con esto no quiero decir que no me guste el verano, no está nada mal, pero lo considero perjudicial para mi salud.

Otra cosa que me encanta es la ropa que se comienza a vestir, pero sobre todo, los objetos que encontramos en los bolsillos de los abrigos de la temporada pasada. Siempre encontramos algo que nos hemos dejado allí, aunque sea un simple papel. Yo este año en los bolsillos de mi chaqueta he encontrado un bolígrafo, restos de un viejo plan de rodaje, un azucarillo y una galleta. No me preguntéis qué coño hacía allí dentro una galleta porque no lo sé. Y más sorprendidos que yo cuando la hallé no creo que estéis.

También comienzan a llegar los ciclos interesantes de cine en las filmotecas. Últimamente he podido asistir a una charla de Montxo Armendáriz y a una reposición de una película suya que tenía muchas ganas de ver: 'Historias del Kronen', con Juan Diego Botto y Jordi Mollá.
Tres butacas a mi izquierda se sentaban una madre y su hijo de unos 8 años, que entusiasmado le contaba a ésta algo sobre una perla negra y no sé qué pollas sobre un pulpo gigante llamado Kronen. Tras un par de minutos caí en la cuenta de que el chaval creía que iba a ver una especie de spin-off sobre un personaje de 'Piratas del Caribe', pero creo que lo equivocó con el 'kraken'. El pobre debió sentirse muy decepcionado cuando descubrió que el Kronen en realidad era un bar.

Noviembre, escribiendo casi de forma enfermiza, concentrando toda mi energía en lo que de verdad me interesa, siendo huraño e incluso muy huraño a veces. Con unas barbas que ni Robinson Crusoe. Probablemente irreconocible a la vista de cualquiera que me conozca. No sé cuándo pararé, pero creo que de momento esto va para largo. Y yo que me alegro, pero necesito todavía más de esa magia especial que cada vez tarda más en llegar y dura menos. Mi querido frío. Intenso frío.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Kevin Smith al habla

Increíble relato del genio de Nueva Jersey, Kevin Smith, alias Bob el silencioso, el creador de 'Clerks', 'Mallrats', 'Persiguiendo a Amy' y 'Dogma', sobre su aventura en el proyecto del nuevo 'Superman', un guión que desarrolló a finales de los 90, desestimado por Tim Burton, que pretendía revitalizar la franquicia. Finalmente ni uno ni otro lo llevaron a cabo. Señoras y señores, con todos ustedes, las aventuras de un guionista en Hollywood.
Partiéndome de risa estoy yo todavía.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El incendiario Palahniuk de nuevo en el cine

Chuck Palahniuk es sin lugar a dudas uno de los mejores escritores y novelistas de nuestro tiempo. Es autor de la elogiada y premiada 'El club de la lucha', que fue adaptada al cine con excelentes resultados por David Fincher, con Edward Norton, Brad Pitt y Helena Bonham Carter. Un trabajo que guionizó Jim Uhls, que recientemente se ha dejado caer hacia productos más nimios como 'Jumper'. Pero fue este genio que veis aquí el verdadero progenitor de Tyler Durden, uno de los más grandes personajes que ha dado la ficción. Además de la ya citada, ha escrito otras obras como El superviviente, Nana, Monstruos invisibles o Diario: Una novela, la cual pretende ser adaptada de nuevo por Fincher en forma de miniserie para la televisión.
Sus fans más acérrimos siguen sus enseñanzas sobre sus métodos de escritura en una página web dedicada a él, en la que en estos momentos puedes hasta conseguir que uno de los personajes de su próxima novela se llame como tú. El ciclo de la escritura de ficción lo resume muy acertadamente de la siguiente manera: "A solas. Con gente. Realidad. Ficción." Aunque no todo lo que él escribe acaba transformándose en ficción.
Chuck se caracteriza por su humor negrísimo e irónico.
Este viernes se estrena en España la adaptación de su novela 'Asfixia'.



El protagonista de 'Asfixia' es Victor Mancini, al que da vida el genial Sam Rockwell (Los impostores, Guía del autoestopista galáctico, La milla verde, Confesiones de una mente peligrosa), un adicto al sexo, como el David Duchovny de la vida real y el de la gran 'Californication', que intenta pagar de las maneras más ridículas (se atraganta aposta en los restaurantes para que su salvador se sienta responsable y le mande dinero) la residencia en la que está ingresada su demente madre, interpretada por ELLA con mayúsculas, por Anjelica Huston, una actriz a la que admiro muchísimo. La película la han definido como una comedia sucia satírica-psicótica, irreverente, obscena y muy divertida. Ahí es nada. Firma el guión y la dirección el actor Clark Gregg, al que ahora mismo sólo recuerdo de la película 'State & Main' de David Mamet. El tema principal de la película lo canta Ben Kweller, se llama The Rules, y yo no puedo dejar de escucharlo. 'Asfixia' (Choke), recibió el Premio especial del jurado en Sundance.



"El mundo está lleno de gente que cuenta historias." Mientras Chuck Palahniuk hacía las tradicionales labores de investigación para Asfixia, asistió a sesiones de terapia oral para adictos al sexo dos veces por semana durante seis meses. Los miércoles y los viernes por la noche. "Aquellas charlas no eran muy distintas del taller de escritura al que yo asistía los jueves por la noche. Ambos grupos consistían en gente que contaba historias. Puede que a los adictos al sexo les importara menos la técnica, pero incluso así contaban sus historias de sexo anónimo en el cuarto de baño y de prostitutas con la suficiente pericia como para obtener una reacción positiva de su público. Actores brillantes que se interpretaban a sí mismos o a sí mismas. Monólogos que daban fe de su instinto para revelar lentamente la información clave para crear tensión dramática, para establecer desenlaces y para captar por completo al oyente." Cuenta Palahniuk.

"Para Asfixia también hice de voluntario con pacientes de Alzheimer. Mi tarea consistía simplemente en hacerles preguntas sobre las fotografías viejas que cada paciente guardaba en una caja de su armario para intentar despertar sus recuerdos. Era un trabajo que las enfermeras no tenían tiempo para hacer. Y una vez más, lo importante era contar historias. Una subtrama de Asfixia se fue creando a medida que día tras día, los pacientes miraban las mismas fotografías y contaban historias diferentes sobre ellas. Un día, la hermosa mujer en topless era su esposa. Al día siguiente, era una mujer a la que habían conocido en Mexico mientras estaban en la Marina. Al día siguiente, era una vieja amiga del trabajo. Lo que me impresionaba era que tenían que inventarse una historia para explicar quién era la mujer. Aunque se hubieran olvidado, nunca lo admitirían. Una historia incorrecta pero bien contada siempre era mejor que admitir que no conocían a aquella persona.
Las líneas eróticas, los grupos de apoyo para enfermos, son todos escuelas que te enseñan a contar una historia de forma efectiva. En voz alta. A la gente. No solamente a buscar ideas sino también a interpretar la historia en público. Vivimos nuestras vidas basándonos en historias."
Palahniuk dixit.

jueves, 30 de octubre de 2008

Change

Aunque nosotros no votamos en las elecciones a la presidencia de Estados Unidos, sí que nos interesa y nos preocupa bastante lo que allí suceda porque nos afecta a todos. El cambio es necesario por un bien generalizado. Un país así necesita de una vez por todas a una persona inteligente y culta al mando. No quiero ni pensar lo que sería un gobierno liderado por Bush, quiero decir, por el demagogo McCain y por esa tipa llamada Sarah Palin en estos tiempos tan difíciles. Miedo me da lo que pueda hacer la América profunda...

Por la red he encontrado un par de videos realmente desternillantes sobre las elecciones, del primero creo que casi todos estamos al tanto, se trata del capítulo de los Simpsons que emitirán dos días antes de las elecciones del día 4 de Noviembre. En él, Homer quiere votar por Obama, pero la máquina le da el voto al candidato republicano:



Y si la campaña de McCain fuera dirigida por John Woo, Kevin Smith y Wes Anderson, algo que es una verdadera utopía, pero que sin embargo algunos estadounidenses se han creído (!!!), supongo que de los estados del centro, el resultado sería el siguiente video, bastante irónico por cierto. Primero vemos parodiada la típica película de acción de Woo, que relaciona a Obama con Bin Laden (el video está supuestamente apoyado por McCain, claro). Después el estilo independiente en blanco y negro de 'Clerks' de Kevin Smith, que como no podía ser de otra manera, incluye una analogía de 'Star Wars' en la que según sus protagonistas, Obama sería Lando Calrissian, el héroe afroamericano de la galaxia que se dirige a ayudar a Han Solo, y por último, el más logrado, tal vez el que mejor da en el clavo precisamente porque el estilo de Wes Anderson es el más identificable de todos, con la cámara lenta, los extraños personajes, la tipografía de 'Viaje a Darjeeling' y la banda sonora de Bowie. Andersoniano a más no poder.

lunes, 27 de octubre de 2008

Salamanca, Russian Red y la miel en los labios

Antes de comenzar me gustaría deciros que hacer todo lo que está en tus manos para conseguir un objetivo y no lograrlo es una de las peores cosas que se pueden sentir y escribir.
Los días 16, 17 y 18 de Octubre me trasladé a la ciudad charra para visitar a unos amigos, divertirnos y ver especialmente un concierto de música, el segundo de Russian Red al que asistiría en menos de un mes, aunque la última vez sólo escuchamos un par de temas.

La primera noche, la del jueves 16, nos reunimos unas cuantas personas en la casa de soltero del Charlie Sheen español (que inminentemente se iba a Zagreb), un pisito muy acogedor en el que bebimos ginebra intercambiando opiniones con buena música de fondo. Tras acabar con las reservas (esto fue hacia las 3 de la madrugada), salimos hacia los garitos del centro, por el camino recuerdo que intentamos guiar hacia su hotel a un grupo de ingleses perdidos haciendo uso de nuestro aceptable inglés (y eso que ellos hablaban un perfecto español). El problema de la ginebra es que con tres copas ya articulas mal la lengua. Nosotros habíamos bebido alguna más.



La noche salmantina es una auténtica gozada. No sólo por la gente y el permamente ambiente universitario, también por la gran calidad que atesoran un gran número de bares. En todos los sentidos, sobre todo el musical, un aspecto que nunca debe ser descuidado, lo que te permite un mayor índice de disfrute, añadiendo además que ese día se celebraba la fiesta de medicina, sobran las palabras.

Al día siguiente, más que resaca, lo que había era cansancio, mucho cansancio, aun así, cogí mi cámara de fotos como excusa para no aburrirme y me fui a dar una vuelta por la ciudad en plan turista. Nadie se puede perder los pinchos tan singulares del Café Sevilla acompañados por una cañita fresca en su terraza. Hacía ya un par de años que no me pasaba por allí, a veces me sentía un poco estúpido haciendo fotos de lugares que ya tenía retratados de antes (la emblemática Plaza Mayor y sus diferentes entradas, la Casa de las Conchas, la catedral, la plaza de Anaya, la fachada de la Universidad...), pero el tiempo acompañaba, y lo hice para entretenerme hasta la hora del concierto, con el que esperaba relajarme y quitarme de encima todas mis preocupaciones con la dulce y cautivadora voz de Lourdes Hernández, que de nuevo volvía a incluir una canción suya como tema principal de una película recién estrenada, en esta ocasión es su Cigarettes el que suena en 'Camino' de Javier Fesser. No sé por qué, pero teniendo dos grandes canciones ya como temas principales en dos películas, esto me huele a Premio Goya a la mejor canción. Sí, lo vuelvo a repetir por si acaso. Premio Goya a la mejor canción. Es una apuesta segura.



Más tarde salimos de casa ya preparados para ver el concierto, llegamos al auditorio Fonseca y vemos a una gran multitud de gente apostada fuera mientras otra gran multitud pretende entrar dentro. Nosotros pretendíamos entrar y nos abrimos paso hasta el interior, donde una señora encargada de la seguridad nos detiene justo antes de acceder al patio de butacas y nos suelta una frase fatídica: "El aforo está completo, tenéis que dar la vuelta." Tardamos unos pocos segundos en reaccionar, después nos miramos entre nosotros. Nuestras caras lo decían absolutamente todo. La decepción y el shock en ese momento eran tremendos. Os prometo que tardé mucho tiempo en asumir que no iba a poder entrar. Era un hecho que me resultaba increíble. Viajar tantos kilómetros expresamente para ver el concierto y quedarme en la puerta me dejó una sensación de indignación que todavía me recorre el cuerpo. Nos dimos la vuelta para volver a salir al exterior, allí permanecemos con el resto de la gente que se había quedado fuera, observando en silencio la desilusión que se iban a llevar los que todavía no habían entrado y no se habían enterado de la malísima noticia, que no había sitio. Con todos los que no entraron, incluidos nosotros, podían haber llenado otro auditorio más como el Fonseca. No exagero.

El caso es que tras pasar unos diez minutos parados y defraudados en la puerta con toda la multitud, decidimos irnos a un pub, al Molly, a tomarnos unas pintas de Guinness para ahogar nuestras penas y brindar por el concierto que no íbamos a ver. Puede parecer una situación de comedia, pero no lo es (así es mi vida), y aunque nosotros mismos intentábamos hacer chistes y bromas sobre el asunto, por dentro estábamos muy tocados y llenos de ira homicida, al menos yo, que necesito de esta música en directo tanto como el fumador necesita la nicotina.



Debían haber previsto que en una ciudad tan moderna y cultural como Salamanca, el aforo del Fonseca no sería suficiente. No me parece correcto que Lourdes siga tocando en recintos tan intimistas aunque idóneos para su música cuando de sobra es sabido que los fans que acumula por semana crecen en hordas, lo cual es genial y completamente merecido porque es una artista como la copa de un pino, pero este hecho también provoca que haya mucha gente insatisfecha por no poder escuchar su gran voz en directo, como ocurrió el otro día. Sin embargo en Madrid son más previsores y el día 30 toca en La Riviera con Marlango y Tulsa, donde el aforo está a la altura de lo que Russian Red merece.

Al volver, pasamos otra vez por el Fonseca, el concierto había concluido hace poco y aún había gente saliendo. Parecían muy satisfechos, no lo digo con malicia, que alguien salga satisfecho de un concierto de Russian Red es algo normal salvo para los que no lo han visto.

jueves, 23 de octubre de 2008

Un lío de cojones

Así es como califica el agente superior de la CIA interpretado por J.K. Simmons todo lo ocurrido en la última de los Coen. "Un lío de cojones." Nada más lejos de la realidad, porque en 'Quemar después de leer', los hermanos vuelven a demostrar que son los mejores moviéndose en terrenos farragosos como ya hicieran en 'El gran Lebowski', otro grandísimo galimatías, probablemente uno de los más grandes que ha dado el cine. Porque escribir un guión así sin perder el hilo en ningún momento es algo que sólo está al alcance de muy pocos, y los Coen siempre salen airosos de este tipo de tramas confusas y sin sentido.



Intentar explicar de qué va la película con precisión es algo muy complicado. Sabemos que Manolo, un empleado de un gimnasio, encuentra "tirado ahí mismo" un cd con las memorias de un ex agente de la CIA. Que otra de las empleadas de ese mismo gimnasio necesita dinero para realizarse varias intervenciones quirúrgicas con el fin de mejorar su cuerpo, que su amigo es muy idiota (como todos) y propone chantajear al ex agente de la CIA creyendo que así le dará una recompensa por el cd. Que la mujer del ex agente se lo monta con la nueva cita por internet que ha conseguido la mujer del gimnasio, que esta misma mujer del ex agente intenta divorciarse de él, que el encargado del gimnasio, que antes fue sacerdote ortodoxo, está locamente enamorado de su empleada, que... que... no sé, ya me he perdido, y eso que sólo he intentado escribir tres jodidas líneas de la trama. Imaginaos cómo sería escribir el guión entero de tal paranoia. Cualquier persona que no fuera ni Joel o Ethan Coen no hubiera llegado ni a la mitad del primer acto.


En definitiva, 'Quemar después de leer' es una visión de la estupidez y la idiotez humana o americana que no deja títere con cabeza. Con varios de los inconfundibles elementos del universo coeniano puestos sobre la mesa, muy identificables (el tipo que sigue a Clooney constantemente con el coche, el insuficiente padre de Malkovich...). Con los caricaturescos Frances McDormand, George Clooney, Tilda Swinton, Brad Pitt, Richard Jenkins y John Malkovich, que está incomensurable, casi como siempre, los principales encargados de hacer realidad esta socarronería con sus anárquicas interpretaciones. "Sacad al idiota que lleváis dentro. " Les decían los Coen. Y es que ver a Brad Pitt con esa cara de gilipollas no tiene precio, también los demás, pero Pitt en especial, porque a Clooney ya le vimos en 'O'Brother' y en 'Crueldad Intolerable' con esas muecas. De hecho ha confirmado que es el último idiota que hace. Los Coen ya se han lamentado por la pérdida.
Sé que con ellos no puedo ser imparcial, pero aunque lo fuera, seguiría diciendo que son unos genios y que sus películas, incluso las que son llamadas "obras menores", son jodidamente magistrales.

jueves, 16 de octubre de 2008

Éste es Noah Baumbach

Cada vez que le nombro me dirijo a él como "El gran Noah Baumbach", otro de los cineastas que al igual que Wes Anderson, los Coen, Paul Thomas Anderson, Tom DiCillo, Tarantino, Kevin Smith, Stillman y David Fincher por citar algunos, es santo de mi devoción. Tal vez sea por su manía de escribir historias sobre la vida, por escribir historias tan personales, tan duras y crueles, tan amargas y tristes, tan negras, tan extrañamente cómicas y tan reales. Justo como a mí me gusta.

Baumbach nació en Brooklyn (1969) y creció en Brooklyn empapándose del cine de Howard Hawks, François Truffaut y Jean Renoir, aunque su mayor ídolo es Eric Rohmer. Desde una edad muy temprana experimentó lo que era vivir con una familia que se hacía añicos, un hecho al que le ha sacado mucho partido en los últimos años, cuando ha tenido la oportunidad de trasladar esos acontecimientos a la pantalla mostrando así todo el genio que lleva dentro.
Noah es bastante conocido por su labor como guionista de 'The Life Aquatic', la maravillosa e hilarante película de su grandísimo amigo, el maestro Wes Anderson. Los dos son de la misma quinta, y ya forman parte de esa new wave de cineastas que desde la década pasada están revolucionando la forma de hacer cine.



Su trabajo de debut fue 'Kicking and Screaming' en el 95, la película trataba sobre un grupo de amigos recién graduados que durante la misma noche de graduación se replanteaban qué iba a ser de ellos en el futuro, hacia dónde dirigir sus vidas. Baumbach ya nos dejó claro que algún día llegaría a ser uno de los mejores dialoguistas de cine. De hecho, estoy seguro de que a muchos les gustaría poder robarle un poco de esa faceta, incluido yo. 'Kicking and Screaming' fue uno de los trabajos más destacados de la escena independiente de los 90. Todo un éxito de crítica además del consecuente apoyo generacional. Noah fue declarado como uno de los nuevos diez rostros del cine a tener en cuenta. A día de hoy, todavía es imposible conseguir la película en nuestro país, aunque sí que está editada en un dvd que además contiene un cortometraje posterior de Baumbach llamado 'Conrad and Butler Take a Vacation', escrito con su amigo, el actor Carlos Jacott.



Sus dos siguientes películas, 'Mr. Jealousy'(Mr. Celos) y 'Highball', en la que Noah firma el guión junto a Carlos Jacott y Christopher Reed con el seudónimo de Jesse Carter, fueron realizadas en el 97, y pasaron totalmente desapercibidas para el público europeo, a pesar de que Mr. Celos fue su primera película estrenada en España y ha sido repuesta alguna que otra vez en nuestra televisión. En sendas cintas, Noah se rodeó de un reparto bastante similar al de 'Kicking and Screaming', con los actores Eric Stoltz, que aparece en las tres, con Peter Bogdanovich, con el nombrado Carlos Jacott, Chris Eigeman, Justine Bateman, Annabella Sciorra, Dean Wareham, con Nico Baumbach, su hermano y Jonathan Baumbach, su padre. Incluso el propio Noah se atrevió a actuar en estas películas, aunque en la mayoría de las ocasiones tan sólo protagonizara breves cameos. La precaria Highball por cierto, se rodó en sólo seis días.
La temática hasta aquí siempre había derivado más hacia la comedia romántica, eso sí, impresa con la marca tan distinguida y peculiar de Noah Baumbach. A partir de este momento, el cineasta va a intentar buscar financiación y apoyo para realizar sus proyectos más personales, los más autobiográficos y los más potentes, sin olvidarnos de Kicking & Screaming, claro.



De ahora en adelante, Baumbach seguiría una teoría básica y elemental, escribir sobre lo que mejor conocía, en este caso, sobre las familias heridas. No obstante, lo haría con un cine no apto para todos los públicos, con un cine muy inteligente, huyendo de todos los cánones establecidos, huyendo de los convencionalismos, rompiendo con la estructura clásica, porque lo que importaba en estas historias no era tanto la finalidad, sino las relaciones entre sus personajes, y algunos de esos personajes podían o no podían caerte bien, pero hasta para eso Noah tiene una simple explicación: "Los personajes simpáticos no necesitan nuestra simpatía porque ya la tienen, sin embargo, los que no son simpáticos sí que necesitan de ella".

Tras 'Los Tenenbaums', Wes Anderson le pidió que escribiera con él el guión de su próxima película, 'The Life Aquatic', y es que la vida acuática siempre fue una de las obsesiones de este director. The life aquatic with Steve Zissou, que es el título completo de la obra, trata sobre la venganza que quiere llevar a cabo Steve Zissou, un oceanógrafo (parodia y homenaje a Jacques Cousteau) que ha perdido a su mejor amigo en el mar a manos del legendario tiburón jaguar, hacia el que ahora se dirige. Una excéntrica comedia, si es que se puede clasificar así, en la que la tripulación de Zissou representa su propia familia, incluido su posible hijo, al que acaba de conocer. Interpretada por Bill Murray, Owen Wilson, Cate Blanchett, Anjelica Huston, Willen Dafoe y Jeff Goldblum, además de la estelar aparición de nuevo de Noah Baumbach como actor, esta vez con homenaje incluido a 'Highball', haciendo un cameo del mismo personaje que en aquélla.



Desde el año 2000, Noah ya tenía escrito el guión de su mejor película, 'The Squid and the Whale' (El calamar y la ballena), título con un gran significado y completamente esencial, aunque aquí la tradujeron como 'Una historia de Brooklyn'. Fue su colega Eric Stoltz, actor de sus tres primeras películas, el que le pasó el guión a la actriz Laura Linney, que inmediatamente después de leerlo aceptó el papel. Noah dirigió esta vez, entre otras cosas por ser un producto tan personal, por conocer y saber lo que quería de cada actor mejor que nadie. El problema de esto es que no encontró financiación hasta cinco años más tarde. Al final fue el propio Wes Anderson el que produjo la cinta, que fue rodada en un tiempo récord de 23 días.



'Una historia de Brooklyn' es sin lugar a dudas una de las últimas obras maestras que ha dado el cine norteamericano, una joya que no deja indiferente a nadie que la haya visto. Noah logra en apenas 80 minutos de película lo que cientos de cineastas no han logrado hacer en 120. Hablo de recordar después de verla infinidad de momentos memorables, hablo de contar una historia que te conmueve de verdad, que te produce risas al mismo tiempo que empatizas con la desolación de sus personajes, hablo de unos diálogos inmejorables, de una gran banda sonora, enorme el Hey You de Pink Floyd, y hablo también de una dirección de actores impecable. Jeff Daniels, actor muy infravalorado, se merece un monumento (su papel lo iba a hacer Bill Murray). De Laura Linney no voy a descubrir nada que no hayamos visto ya, es única. Destacar notablemente el trabajo de los más jóvenes, Jesse Eisenberg y Owen Kline, el hijo del también actor Kevin Kline, que realizan un trabajo brillante como los hijos que sufren más que nadie el divorcio de sus padres y el desastre de la custodia compartida. William Baldwin, hermano de los otros Baldwin, también está realmente convincente, ahora ha alcanzado cierta reputación por su papel en la serie 'Sexy Money', y por supuesto Anna Paquin, ¿qué puedo decir yo de Anna Paquin? Me encanta cómo actúa esta chica, la segunda ganadora más joven del Premio Oscar, el que recibió cuando tenía 11 años por interpretar a la hija de Holly Hunter en 'El piano'. Ah, y lo esconde en el guardarropa de su habitación.



'The Squid and the Whale', ambientada en el Brooklyn del año 1986 tiene una clara carga autobiográfica, "cuando ruedas, es muy fácil mantener la distancia, tienes demasiado en lo que pensar. Pero había determinados olores o colores que de repente me hacían recordar cosas de mi infancia de forma indescriptible. Siempre pensé que era una buena señal, que iba por el buen camino". Comenta Baumbach, que utilizó para esta película la experiencia vivida con su hermano del divorcio de sus padres, a pesar de que también hay bastante ficción en lo que escribe, indudablemente.
Como digo, una obra esencial. Premios en multitud de festivales: Nueva York, Toronto, Sundance, y nominación en los Oscar al mejor guión original.



Y llegamos hasta 'Margot y la boda', la última que ha estrenado hasta ahora. En ella, Baumbach vuelve a sus experiencias de la infancia con su madre y el distanciamiento de ésta con su padre. Margot asiste a la boda de su hermana sin su marido, del que quiere separarse, en principio va para apoyar, pero en realidad a lo que va es a criticar y a tirarse a un amigo que vive a una milla. Actuaciones prodigiosas de las dos protagonistas, Margot y Pauline, interpretadas por actrices de notable categoría, Nicole Kidman y la mujer de Baumbach, Jennifer Jason Leigh respectivamente. Otra vez una dirección de actores que asombra porque rezuma a realidad de la buena. Con Jack Black demostrando que también puede llegar a registros más serios, aunque sigan produciendo comedia igualmente, eso ya estaba en el guión. Con el jovencísimo Zane Pais como uno de los hijos de Margot, podemos decir que quizá otra perspectiva del joven Noah Baumbach, y con el siempre correcto John Turturro como el padre. Fue rodada con luz natural.



Tal vez no sea una película fácil de ver, de hincarle el diente, pero quisiera tomar unas palabras de la crítica de Bárbara Escamilla para Cinemanía: "Nos introduce en esos recovecos oscuros repletos de reproches, desarraigo familiar y arañazos a la autoestima. Y lo hace con esa forma extraña y desconcertante de contar, de sugerir, de acercarnos a individuos heridos y cojos con un ritmo quizás demasiado denso pero que va calando y transmitiendo sensaciones contradictorias, que nos llevan de la empatía al rechazo. De la amargura al humor negrísimo. De la crisis al aire. Por eso mueve y conmueve. Por eso su cine es distinto. Por eso, tan alejadas del lenguaje fílmico habitual, sus propuestas seducen. Porque no hay licencias. Porque lo que es crudo se muestra crudo." Y lleva toda la razón.
Hay otra cosa, a mucha gente no le gustan o no entienden los finales de las películas de Baumbach, yo sin embargo opino que son magistrales, muy poéticos, y que no hay que buscar mayor significado en ellos que el que nos proporcionan las imágenes.



En esta última película incluyó además en la banda sonora un temazo que conocía, pero que no me esperaba oír, estoy hablando de Something on your Mind, de Karen Dalton, una mujer que murió en el 93 en las calles de Nueva York abandonada a su suerte, una voz única, desgarradora y peculiar que te llegaba y que te sigue llegando hasta las mismas entrañas. Según Dylan, con el que grabó alguna canción, Karen era su cantante favorita de folk blues, y tocaba la Gibson de 12 cuerdas como el mismísimo Jimmy Reed. Fue una grata sorpresa escuchar esta canción en 'Margot at the wedding', aunque fuera durante los créditos finales, además, la letra tiene mucho que ver con el cine que transmite Baumbach.



Ahora Noah ha vuelto al mundo del guión que tan bien se le da. Ha escrito la próxima de Wes Anderson, 'Fantastic Mr. Fox', que será la primera película de animación del director usando la técnica del stop-motion, que consiste en crear el movimiento a partir de diversas fotografías de objetos estáticos. Se estrenará el próximo año.
Ron Howard también se ha decidido a dirigir otro guión de Noah, éste sobre la novela de Claire Messud, 'Los Hijos del Emperador', que trata sobre tres amigos que viven en Manhattan e intentan redirigir sus expectativas personales y profesionales en la vida en los meses que preceden al 11 de Septiembre. La idea guarda cierto parecido con su ópera prima. Y suma y sigue, porque no para y ya ha escrito la adaptación de otra novela más llamada 'Prep', además de haber encontrado financiación para su próxima película como guionista y director, 'Greenberg', un nuevo drama cómico con Ben Stiller y la estrella del mumblecore Greta Gerwig.

Si os soy sincero, me entran unas terribles ganas de salir a la calle y gritar a los cuatro vientos que Noah Baumbach es la hostia, aunque quizá me miren como a un loco y no muchos me entiendan.