jueves, 31 de diciembre de 2009

Cousins

Feliz Año a todos, y próspero, sí, sobre todo próspero, porque si no no vamos a ninguna parte. Que disfrutéis de la noche. Intentad no acabar tirados por ahí en mitad de la calle, aunque al fin y al cabo a mí me da igual, bueno, pensándolo mejor no me da igual, no quiero perder lectores. Un fuerte abrazo.



P.D. Ya está disponible mi playlist con cincuenta canciones cuidadosamente seleccionadas que podéis escuchar en la columna de la derecha.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Mis 10 de la década

Una inmensa mayoría de gente ya ha hecho sus listas de lo mejor de la década, y yo no iba a ser menos. Aquí os traigo mis diez películas favoritas desde el 2000 hasta hoy. Advierto desde ya que no hay objetividad alguna, que para algo es mi lista. No os podéis imaginar lo difícil que es elegir entre tantas buenas películas, para que luego digan que el cine está en crisis.

1. The Squid and the Whale (2005)
No podía ser de otra manera. El número uno de la lista es para mi querido Noah Baumbach y esta obra de arte que en España se llamó Una historia de Brooklyn. Por su enorme guión, por su sencillez, por su reparto actoral, por su banda sonora, por la familia, por Baumbach.



2. El hombre que nunca estuvo allí (2001)
Y como tampoco podía ser de otra manera, si en el número uno estaba Noah, en el dos están los Coen, que comenzaron la década con esta obra maestra rodada en color pero convertida a blanco y negro. Uno nunca se cansa de contemplar la insólita historia de Ed Crane, un barbero que ve cómo su apacible vida se va al garete sin remedio alguno, y sin tener la culpa de nada. Absolutamente fantástica.



3. C.R.A.Z.Y (2005)
En el puesto de bronce incluyo sin demasiadas dudas a esta gran película canadiense dirigida por Jean-Marc Vallée. Me gustan las películas que tratan sobre la familia y tienen un alto contenido autobiográfico, sí, no lo puedo evitar, y si además tienen bandas sonoras de ensueño la cosa ya no podría ir mejor. C.R.A.Z.Y tiene todo esto y más, por eso para mí resulta inolvidable. La pequeña Léolo del director, un filme maravilloso que tardó diez años en ver la luz.



4. The Royal Tenenbaums (2001)
Por si no había quedado claro que me gustan las películas que hablan sobre la familia, en el cuatro pongo a Los Tenenbaums. Es el último guión escrito por la dupla Wes Anderson/Owen Wilson hasta el momento. Llena de actores de primera categoría, para mí tiene varios de los momentos más entrañables de esta década. Una simbiosis perfecta entre acción, música, drama y comedia.



5. Ciudad de Dios (2002)
Si has visto esta joya y no te ha dejado huella deberías revisar cómo andan tus sentimientos. Fernando Meirelles nos acercó con una veracidad notable la vida en las favelas de Río de Janeiro. Tensión constante y ritmo frenético. Yo todavía tengo en la retina imágenes que no serán fáciles de olvidar.



6. Punch-Drunk Love (2002)
Me enamoré de esta película desde el primer minuto. Probablemente el mejor papel de Adam Sandler en toda su carrera, aunque para eso necesitó de un genio tras la cámara: Paul Thomas Anderson, el mejor discípulo de Robert Altman que superará a su maestro a medida que sigan pasando los años. Cada vez que pienso en la atípica y sensacional Punch-Drunk Love mi cabeza se llena de colores, ¿por qué será?



7. Crash (2004)
Ante todo cabe destacar el gran guión de esta película escrita por Bobby Moresco y Paul Haggis, que también dirige. Crash te sumerge durante 48 horas en el drama de la multicultura de Los Angeles. Blancos, negros, latinos, chinos, árabes. Lo único que importa es saber convivir, luchar por una vida digna y salir adelante. Toda una carta de amor a la ciudad. Emotiva y brillante.



8. Casi Famosos (2000)
A comienzos de la década, Cameron Crowe decidió contarnos una parte fundamental de su propia vida, cuando comenzó a escribir para la revista Rolling Stone acompañando al grupo Led Zeppelin (Stillwater en la película) durante toda una gira. Cameron (William en la película) entonces no era más que un crío, pero aquella experiencia le marcó para siempre, y le reportó un Oscar.



9. Bloody Sunday (2002)
Realismo, realismo, y más realismo. Ésta es la base del cine de Paul Greengrass, uno de los grandes directores de la década. En Bloody Sunday nos mete de lleno en la manifestación por los derechos civiles y contra el encarcelamiento sin juicio de los sospechosos de pertenecer al IRA. Aquella manifestación histórica en Irlanda del Norte causó los desgraciados incidentes conocidos hoy como el Domingo Sangriento. Greengrass, cámara en mano, hace que te sientas tan dentro de la acción como si estuvieses allí mismo. Puro arte.



10. Lost in Translation (2003)
Tras el gran debut en el largo de Sofia Coppola con Las vírgenes suicidas, esta película significó su confirmación total como cineasta de altura. A algunos incluso nos hizo olvidar ya su horrible interpretación en El Padrino III. Sofia tenía que redimirse de algún modo y nos demostró que tenía talento tras la cámara. Lo demás ya lo conocéis: Bill Murray, Scarlett Johansson, Tokio...



Y por supuesto, no podría dejaros sin al menos mencionar éstas:
Traffic, Gosford Park, Olvídate de mí, Amores Perros, Les Amants Reguliers, Before Sunset, Raising Victor Vargas, Mou Gaan Dou (Infernal Affairs), Brick, 24 Hours Party People, Y tu mamá también, La escafandra y la mariposa, El viaje de Chihiro, The Bourne Identity, The Station Agent, L'Enfant, Big Fish, Slumdog Millionaire, El Pianista, No Man´s Land, Amélie, Once, I ♥ Huckabees (Extrañas Coincidencias), American Splendor, Sideways (Entre Copas), Los lunes al sol, Buda explotó por vergüenza, Diarios de motocicleta, Tigerland, Cartas desde Iwo Jima, Pequeña Miss Sunshine, Adaptation (El ladrón de orquídeas), Las invasiones bárbaras, The Bourne Supremacy, Los tres entierros de Melquiades Estrada, Farenheit 9/11, Una historia de violencia, Elephant, Das Leben der Anderen (La vida de los otros), Wonder Boys, Million Dollar Baby, El hijo de la novia, Viaje a Darjeeling, High Fidelity, Entre les murs, Dead Men Shoes, The Visitor, Diamante de sangre, El laberinto del fauno, Antes que el diablo sepa que has muerto, Memento, Låt den rätte komma in (Déjame Entrar), The New World, Sunshine, Buscando a Nemo, L'ivresse du pouvoir, 21 gramos, Zatoichi, Los Increíbles, Kill Bill, No Country for Old Men, Caché (Escondido), Finding Neverland, Mulholland Drive, Mystic River, Escondidos en Brujas, Zivot je cudo (La vida es un milagro), Paradise Now, The Savages, Flores Rotas, The Bourne Ultimatum, 4 meses, tres semanas, dos días, A Guide to Recognizing Your Saints (Memorias de Queens), Saraband, Clerks II, Wall-E, El jardinero fiel, Dogville, El señor de los anillos: la comunidad del anillo, Orgullo y Prejuicio, Delirious, 28 días después, Frozen River, There Will Be Blood, Tsotsi, Más extraño que la ficción, Snatch, Good Bye, Lenin!, Una chica cortada en dos, Promesas del Este, Bad Santa, El viento que agita la cebada, Half Nelson, Zodiac, Ocean's Eleven, Buenas noches y buena suerte, The Life Aquatic, Syriana, Wendy and Lucy, A propósito de Schmidt, Michael Clayton, Gran Torino, Misterious Skin... y algunas más que ahora mismo no recuerdo.

martes, 15 de diciembre de 2009

Me gusta Barry Levinson

Recuerdo que en la clase donde yo estudiaba hace unos años había un cartel de una de las películas de Barry Levinson. Cada vez que alzaba la cabeza veía las sugerentes piernas de la chica rubia de Liberty Heighs, y no sé qué tenía de especial, pero todos los días, absolutamente todos, miraba aquel cartel con cierta fascinación, como inducido por esos colores amarillentos. Me llegué a obsesionar de tal manera que sin ser nada del otro mundo hoy en día es uno de mis carteles favoritos, aunque supongo que únicamente es por el hecho del recuerdo y por tenerlo allí presente. Incluso así, aquella película no estaba nada mal. Digo esto porque es una imagen que siempre asocio con este cineasta, aunque lo normal sería recordarle por otros trabajos. Es mi anécdota sobre el señor Levinson.



Y bien, tras esta breve introducción que no sirve para nada más que para agrandar el contenido del post, comenzaré diciendo que el pasado viernes se estrenaba en España 'What Just Happened', la nueva película de Barry Levinson, que para quienes no le conozcan, es el director de obras como 'Diner', 'Sleepers', 'Good Morning, Vietnam', 'Rain Man', 'La cortina de humo', 'El secreto de la pirámide', 'Liberty Heighs', 'Avalon', 'Bugsy' y otras tantas. Nominado al Oscar en cinco ocasiones y ganador del mismo al Mejor Director.



What Just Happened, aquí traducida como Algo pasa en Hollywood, no es precisamente una de sus mejores películas, de hecho Barry Levinson siempre suele cuajar productos bastante irregulares que encajan críticas dispares, pero por otra parte, a mí me gusta su estilo, me gusta su manejo de la cámara, y sobre todo, me gustan sus películas y libros que tratan sobre su juventud en Baltimore (probablemente lo mejor de su obra). En líneas generales me suele gustar el cine de Barry Levinson, lo que escribe, lo que produce, y bueno, algo tendrá cuando los mejores actores se matan entre sí por conseguir un papel en alguno de sus trabajos.



Sin ir más lejos os citaré el reparto principal de su último filme: están Robert De Niro, colega personal de Levinson que interpreta a un productor con conciencia, Sean Penn, que se interpreta a sí mismo en un papel que se antoja algo corto, Catherine Keener, grandísima actriz, para mí una de las mujeres más guapas (y naturales) delante de las cámaras (y detrás), y tiene mérito que a sus cincuenta siga igual que en Johnny Suede, Bruce Willis, que se interpreta también a sí mismo en un papel bastante histriónico, John Turturro, o el camaleón, como yo le llamo, Robin Wright Penn, a quien le podríamos aplicar todo lo dicho sobre Keener, Michael Wincott, un director convencido de la calidad de su obra (no así los ejecutivos), la cual será proyectada en Cannes, Stanley Tucci, que interpreta a un guionista, y la joven Kristen Stewart, que sigue creciendo como actriz vampirismos aparte. Y con este repartazo, pues bueno, es evidente y seguro que se podría haber sacado un poquito más, aunque por otro lado también está claro que cada uno de ellos hace un buen trabajo personal. Nota: soy de los que sigue confiando en la recuperación de De Niro como actor. Creo que aún le quedan buenos papeles por interpretar, es más, estoy convencido.



Algo pasa en Hollywood está basada en las propias experiencias del productor Art Linson en la meca del cine. Art es además el guionista de la película, y ha producido grandes éxitos como 'Los Intocables', 'Heat', 'El club de la lucha' o 'Los amos de Dogtown'. Comprendo que puede llegar a ser una película de lo más tediosa para muchos, y bastante divertida para otros públicos, sobre todo para los que les gusta el mundo del cine por dentro y para aquéllos que disfrutan del humor ácido y extravagante, del humor menos convencional, y francamente hay momentos desternillantes que muestran esa realidad oculta de la industria del cine, tan dura, tan llena de sacrificios, de puñaladas... Sin embargo creo que se podría haber conseguido un producto mucho más fino con algún retoque. Con esto me refiero a que no está del todo bien exprimido su contenido, me refiero a que todos los ingredientes están ahí, pero no en el orden correspondiente. Quizás sea una película más adecuada para ver tranquilamente en tu casa que en una gran sala de cine, de todas formas tengo que decir que tampoco me ha desagradado, me gusta Barry Levinson, a pesar de que sobre este mismo tema podemos encontrar películas mejores como 'The Player', del difunto Robert Altman.



Un último apunte. También podéis intentar encontrar algún cine en el que programen 'El erizo' de Mona Achache. Una maravilla.

lunes, 7 de diciembre de 2009

El mejor cine español de este año

Aquí está el prometido post sobre las películas españolas que más me han gustado este año. Como voy un poco justo de tiempo, seré breve.

1. Tres días con la familia (Dirigida por Marc Coll. Escrita por Marc Coll y Valentina Viso. Interpretada por Nausicaa Bonnín, Eduard Fernández, Francesc Orella, Ramón Fontseré).
Marc Coll, graduada por la ESCAC de Cataluña y autora del cortometraje La última Polaroid, recibió varios premios en el Festival de cine de Málaga por este trabajo que para mí es sin lugar a dudas la mejor película española del año. Me gusta por su estilo afrancesado y porque trata el tema de la familia desde un punto de vista que considero cercano. La protagonista, Léa, tiene que asistir al funeral de su abuelo, allí se reencontrará con su familia durante tres días en los que los problemas personales y emocionales saldrán a la luz. Lo que no se dice, las miradas y los pequeños detalles son los que para mí roban la película. Espléndida. Está doblada al castellano, pero su idioma original es el catalán.



2. 25 Kilates (Escrita y dirigida por Patxi Amézcua. Interpretada por Aida Folch, Manuel Morón, Francesc Garrido).
Creo que la vi la última semana que permaneció en cartel allá por Mayo o Junio en los cines Golem de Madrid, en las traseras de la calle Princesa, lo que antes eran los legendarios cines Alphaville. Estuve por allí una semana y aproveché bien para ver esta pequeña joya independiente. 25 Kilates es un thriller con tintes de cine negro que cuenta la historia de Kay y su padre Sebas, que malviven en la ciudad de Barcelona realizando pequeños timos y robos. Además también está Abel, padre y cobrador del frac que no se encuentra a gusto con lo que hace. Los tres sueñan con una vida mejor, pero para ello deberán dar un gran golpe. En resumidas cuentas se trata de un producto nuevo y refrescante. 25 Kilates es justo lo que necesita el cine español.



3. Celda 211 (Dirigida por Daniel Monzón. Escrita por Daniel Monzón y Jorge Guerricaechevarría. Interpretada por Luis Tosar, Alberto Ammann, Marta Etura, Antonio Resines, Manuel Morón, Carlos Bardem, Luis Zahera).
Creo que ya lo dejé todo dicho en el correspondiente post que hice sobre la película, pero lo volveré a repetir. Inconmensurable Luis Tosar, que se merece todos los premios y lo que es más importante, el respeto del espectador para el resto de su carrera, si es que no se lo había ganado ya. Además de las sorprendentes actuaciones (mención especial también para Luis Zahera), hay una historia carcelaria muy original que jamás pierde interés. Una película muy lograda que pone al cine español donde se merece, en uno de los puestos de gloria.



4. Pagafantas (Dirigida por Borja Cobeaga. Escrita por Borja Cobeaga y Diego San José. Interpretada por Gorka Otxoa, Sabrina Garciarena, Julián López, Óscar Ladoire, Kiti Manver).
Me costó mucho decidirme a ir al cine para ver Pagafantas, pero supongo que al final fue el nombre de Borja Cobeaga, nominado a un Oscar por el fabuloso corto Éramos pocos, lo que me hizo asistir y finalmente gozar de una comedia como Dios manda. Con un guión preciso y bien elaborado, las carcajadas están aseguradas en casi todas las secuencias, algo muy difícil de conseguir en los tiempos que corren. Lo mejor, Sabrina Garciarena imitando el acento español, las reacciones de Gorka Otxoa y el cameo de Ernesto Sevilla.



5. Los muertos van deprisa (Escrita y dirigida por Ángel de la Cruz. Interpretada por Neus Asensi, Chete Lera, Manuel Manquiña, María Castro).
Me niego a incluir a Almodóvar, a Amenábar o a Trueba aquí, y no es por menospreciar su trabajo, ni mucho menos, sabiendo lo duro que es sacar adelante una película jamás me atrevería a hacer eso con ninguna, pero sus trabajos de este año no han conseguido gustarme demasiado. Incluso así, me alegro de que sigan haciendo bandera, y eso es algo que sólo los grandes pueden conseguir. Por lo tanto, en el puesto cinco meto a Los muertos van deprisa, una película modesta y poco conocida que representa lo que ha sido siempre nuestro cine, que emula a nuestros clásicos como Berlanga y Buñuel, como bien comentaban algunos profesionales. Además, sabiendo lo que me gusta a mí reírme de la muerte y el humor negro, hacen de ella una película más que simpática.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

The Babysitter

Hoy os traigo uno de esos cortometrajes un poco chorras de los que se ven con una constante sonrisa dibujada en la cara. Su título es The Babysitter, y su actriz principal es Brie Larson, una de las jovencísimas chicas de la próxima película de Noah Baumbach, conocida por su papel en la serie United States of Tara, creada por Diablo Cody.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Greenberg, la nueva dramedia de Baumbach

A comienzos de esta semana salió por fin nuevo material de la última película escrita y dirigida por Noah Baumbach, 'Greenberg', una dramedia interpretada por Ben Stiller y Greta Gerwig, actriz salida del más precario y rudimentario cine indie norteamericano, el llamado mumblecore.



En un principio la película la iban a protagonizar Mark Ruffalo y Amy Adams, pero después de ver el fantástico trailer, creo que la opción Stiller/Gerwig es la más acertada. También les acompañan varios actores del ámbito independiente como Rhys Ifans, Brie Larson, Juno Temple, Mark Duplass y Jennifer Jason Leigh, actriz con mayúsculas, habitual ya de Baumbach por ser su mujer, y que además ha ideado con él esta historia. Como curiosidad añadiré también que ambos están esperando su primer hijo. Un pequeño Baumbach anda en camino...



El guión se centra en la vida de Roger Greenberg (Stiller), un hombre que acaba de cumplir los cuarenta, desempleado y sin ningún interés en trabajar. Roger, que vive en Nueva York, decide mudarse a la casa de su exitoso hermano en Los Angeles, donde se vuelve a encontrar con un viejo amigo, pero los tiempos han cambiado y los viejos amigos no tiene por qué ser necesariamente los mejores, por lo que Roger acaba pasando la mayoría de su tiempo con Florence (Gerwig), la asistenta de su hermano. Así, Greenberg intentará redirigir el camino de su desolada e incomprendida existencia. He's got a lot on his mind reza el maravilloso cartel. Produce la cinta para Focus Features Scott Rudin, ganador del Oscar por No Country for Old Men.

El trailer vuelve a mostrar las ya conocidas cualidades del director para dirigir actores. En 'Margot y la boda' nos dio a conocer a un Jack Black serio, y aquí de momento parece que lo vuelve a conseguir con un actor más especializado únicamente en la comedia, Ben Stiller, que creo que va a recibir muy pero que muy buenas críticas por este trabajo. Cabe destacar el típico tono dramático camuflado de comedia al que nos tiene acostumbrados, y por supuesto, la banda sonora con la que nos vuelve a sorprender de nuevo. En esta ocasión podemos escuchar el tema All my friends, de LCD Soundsystem, el grupo neoyorkino liderado por James Murphy, que es el encargado de la música en la película. Tampoco sería extraño escuchar temas de Dean y Britta (que estos días están de gira por España), colaboradores también en sus anteriores trabajos. Al cargo de la fotografía vuelve a estar el genuino Harris Savides. Esto quiere decir que nuestros ojos se emborracharán de bellas imágenes. Por cierto, Baumbach les mostró una primera versión de la película a los Coen hace unas semanas y al parecer les encantó. Una opinión más muy a tener en cuenta.



Y vamos ya con el habitual párrafo de anécdotas de cosecha propia. No es la primera vez que se nombra el apellido Greenberg en sus películas. Ya apareció con anterioridad en Kicking & Screaming y en Una historia de Brooklyn, por lo tanto supongo que es un nombre importante para Baumbach, quien recordemos, siempre ve la vida como material para una película. En estas primeras imágenes además se puede observar otro de los traumas del propio cineasta: las piscinas, y es que es de sobra conocido que Noah no sabe nadar (ver min. 1:23 del trailer). De hecho ya nos mostró lo mismo con el personaje del joven Zane Pais en Margot y la boda. Él tampoco sabía nadar.

El estreno en Estados Unidos está previsto para el 12 de Marzo, y a mí ya me está entrando el mono de ella. No sé cuánto podré aguantar, porque es una de las películas más esperadas por mi parte para el próximo año. Y podría resultar precipitado, pero ya he encontrado unas cuantas similitudes con las que me siento más que identificado, aparte de que mi color favorito sea el verde, el de la esperanza, y van seis de sus películas en las que me ocurre esto. Noah Baumbach siempre sabe cómo contentar a los suyos.

martes, 24 de noviembre de 2009

Amantes Regulares

La primera vez que supe de la existencia de esta película fue en la 55 edición del Festival de Cine de San Sebastián. La película se presentaba en una sección homenaje a Philippe Garrel, y en uno de los reportajes de un periódico vi la fotografía en blanco y negro de Clotilde Hesme, una actriz entonces desconocida para mí, pero que consiguió cautivarme con su mirada. Desde entonces no me he perdido ni una sola de sus actuaciones (Les chansons d'amour, Le fils de l'épicier, Les derniers jours du monde), y ella fue el principal motivo por el que me puse a ver 'Les Amants Reguliers', que posteriormente se convertiría en una mis películas predilectas.



Una de las principales razones por las que te puede sonar su título son los vídeos que tengo en mi blog desde prácticamente el comienzo de su existencia. Un día los puse ahí, pasaron las semanas, se me olvidó quitarlos, o mejor dicho, sustituirlos, y cuando quise darme cuenta ya no tuve el valor para eliminarlos. Es como si formaran parte del diseño del blog, por lo tanto, aquí se quedaran hasta... no sé, hasta que me aburra.



Por su fotografía, cualquiera diría que la película se rodó en los años sesenta, sin embargo, su realización es bastante reciente, del año 2005. Garrel quería darle ese tono envejecido en blanco y negro para acompañar aún más la ambientación del Mayo del 68, época en torno a la que gira todo el argumento. Así que tenemos a François, un poeta interpretado por Louis Garrel, el hijo del director, y a Lilie, una escultora interpretada por la ya nombrada Clotilde Hesme, dos jóvenes que tras la revolución se conocen en casa de Antoine, un amigo adinerado. Allí se reúnen siempre un grupo de amigos que hablan sobre la vida y su lucha al mismo tiempo que se colocan, fuman opio, se enamoran y escuchan la música de Nico y los Kinks. Pero el paso del tiempo comienza a descolocar todos aquellos idílicos momentos y pondrá a prueba la estabilidad de ese amor.



De nuevo es una película que me cuesta recomendar porque sé que no está hecha para todos los paladares. Sus tres horas de duración son todo un reto, a unos se les hará eterna y no soportarán su ritmo con silencios de hasta más de diez minutos, pero a otros se les pasará volando y la recordarán como una obra única, preciosista y muy cuidada. Uno de los mejores trabajos sobre la sociedad del Mayo francés y sobre la regularidad del amor.

Para terminar, esta vez no me repetiré y os dejaré con un vídeo al menos inédito en este blog.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Las películas de Joel & Ethan Coen

He aquí toda la filmografía de los geniales Hermanos Coen hasta el año 2007 en un montaje musical de ésos que a mí tanto me gustan. Ya estoy esperando con ansia la llegada de su nueva película, 'A Serious Man', con un reparto formado íntegramente por actores desconocidos.

domingo, 15 de noviembre de 2009

De Norris a Tosar (no es un símil)

Perdonad esta semana sabática en el blog. Estos días estoy un poco más ocupado de lo normal y no puedo escribir tantas cosas como quisiera, a excepción de la juerga del pasado jueves, que comenzó con el disfrute de una de las películas con las que más nos hemos reído últimamente: 'Desaparecido en combate 3'. Enorme Chuck Norris y su siempre expresivo rostro. Da igual que al tío le haya impactado una granada de lleno, él se levanta impasible y todavía tiene los santos cojones de derribar un helicóptero de un disparo. Bravo Chuck, te queremos y te seguiremos queriendo siempre. Después de visionar esta obra de arte, un Guardia Civil nos multó tontamente y nosotros respondimos insultándole, espero que eso no tenga agravantes, pero como no es un acto del que me sienta orgulloso, pasaré a otro tema.



La semana pasada fui a ver 'Celda 211', cine español, buen cine español. Parece que la película está consiguiendo una buena recaudación, y definitivamente creo que nuestro cine va a salir este año con cifras positivas tras los estrenos también de 'Ágora', 'Rec 2', 'Pagafantas', 'Los abrazos rotos', etc, etc. Ya haré un post sobre las películas españolas que más me han gustado este año, aunque a este paso voy a parecer Rob Fleming con sus listas en Alta fidelidad.

Bien, como he dicho, fui a ver Celda 211, que es una muy buena película. Una de las que seguro estará en esa prometida lista. Desde luego no es perfecta y la actuación del protagonista falla por momentos, pero la de todos los demás (Tosar, Resines, Morón, Bardem, Etura, y Luis Zahera) es para mostrar en las escuelas. Puede que algunas situaciones no nos acaben de cuadrar del todo, pero en ningún momento pierde fuerza, te mantiene en vilo durante todo el metraje, y lo más importante, consigue gustar. El guión está escrito por Daniel Monzón y nuestro ya consagrado Jorge Guerricaechevarría, que adaptan esta original historia de la novela homónima de Francisco Pérez Gandul.



En la versión cinematográfica, Alberto Ammann es Juan Oliver, un funcionario de prisiones que durante una visita a su nuevo lugar de trabajo es herido en la cabeza, y sin quererlo ni beberlo, de repente se encuentra inmerso en un motín junto a los presos. Para pasar desapercibido, Juan se hace pasar por uno más con el fin de salvar su propia vida.
Seguro que muchos ya han oído hablar de la soberbia interpretación de Luis Tosar, que se come a todo el que se ponga por delante, así que no voy a andar yo ahora a seguir elogiando lo que es evidente. De hecho, creo que deberían ir escribiendo ya su nombre en el palmarés de los próximos premios Goya.

Y provoca entusiasmo y emoción ver salir a la gente del cine imitando a Mala Madre, su gran personaje, un personaje del cine español, y en general, escuchar todos los buenos comentarios que los espectadores tienen del filme, que repito, es español, por si alguien tenía dudas de que no se pudiera hacer algo así en este país.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Mis favoritas de Rohmer

Antes de comenzar, me gustaría advertir que éste no es un post de recomendación cinéfila. Si has visto la filmografía de Eric Rohmer, me alegro, pero si no es así, no seré yo el que te la recomiende. Entre mis amigos y yo nos intercambiamos bastante información acerca del cine que nos gusta, pero procuro hablar poco acerca de Rohmer porque no quiero perder amistades. Es algo que hay que hacer con fuerza de voluntad. Jamás le diría a uno de mis colegas "tienes que ver Mi noche con Maud", porque seguramente después de verla, hay un 90% de posibilidades de que me mande a freír espárragos.



Sin embargo, mi opinión sobre Rohmer y su cine es clara. Le adoro. Tras Truffaut, es con diferencia el autor que más me gusta de la Nouvelle Vague y la etapa posterior a ésta. No tengo preferencias en cuanto a los distintos periodos de su trabajo, muchos prefieren sus Cuentos Morales, otros las Comedias y Proverbios o los Cuentos de las Cuatro Estaciones, a mí me da igual. Admito que la primera vez que vi una película suya me costó bastante entrar en ella. Para disfrutar del cine de Rohmer hay que pasar por un proceso de adaptación que a veces es duro, y yo soy el primero en reconocerlo, pero una vez que has sido absorbido por su mundo, también reconozco que los placeres que me ha otorgado visionar su obra han sido impagables. Es cierto, puede que sus películas siempre sean la misma desde un punto de vista diferente, pero también siento que cada una cuenta algo en particular, porque dentro de ese mismo esquema, la ambición y la preocupación de los personajes es distinta.

La Coleccionista (1967)
Una de mis grandes fuentes de inspiración. La Coleccionista es con seguridad la que más me gusta de toda su obra. Por supuesto, esto no quiere decir que sea su mejor película, pero para mí, sentir plena empatía y compartir pensamiento con alguno de los personajes protagonistas de cualquier filme es algo que me supera, y aquí eso se cumple de una forma inimaginable con Adrien, el personaje que interpreta Patrick Bauchau, un coleccionista de antigüedades que se va a pasar unos días de relax a la casa de un amigo en el campo. Su intención es desconectar de todo lo que le rodea, pero en esa absoluta tranquilidad aparece la joven y sensual Haydee (Haydée Politoff), que cada noche viene acompañada por un chico distinto, turbando la relajación de Adrien, incapaz de resistirse a sus encantos.



Mi noche con Maud (1969)
El tercero de los Cuentos Morales y posiblemente su película más emblemática. Por este guión, Rohmer estuvo nominado al Oscar en dicha categoría. Es quizás demasiado espesa y filosófica, pero esa sensación se modera cuando comienzas a comprender los temas que los personajes están tratando. Está interpretada por el siempre creíble Jean-Louis Trintignant, un chico católico que se enamora de una chica que ve en la iglesia, pero que tiene que lidiar con la inseguridad de sus creencias al pasar una noche a solas con Maud (François Fabian), una guapa burguesa con la que pondrá a prueba sus principios morales. Me parece digno también resaltar un diálogo que suscribo al cien por cien: "las matemáticas sólo son un pasatiempo intelectual".



La rodilla de Claire (1970)
Es una de sus películas más populares en España, un prestigio que consiguió cuando se alzó con la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián. Rodada en los maravillosos alrededores del Lago de Annecy, actúan Jean-Claude Brialy y Laurence de Monaghan, y nos cuenta la historia de Jerome, un hombre casado que intenta seducir a una joven llamada Claire, de quien se ha quedado fascinado y cuya obsesión es poderle tocar la rodilla. Una clara muestra de lo que es Rohmer y de lo erótico y sensual que puede llegar a ser su cine.



Pauline en la playa (1983)
Ganadora del Oso de Oro en Berlín, ésta es una película muy especial, puesto que representa el final de la colaboración entre Rohmer y el gran director de fotografía barcelonés Néstor Almendros, ganador de un Oscar por Días del Cielo de Terrence Malick, además de otras nominaciones (Kramer vs. Kramer, El lago azul, La decisión de Sophie).
De nuevo con la estructura famosa y personal del director francés, tenemos a Pauline (Amanda Langlet), una dulce chica de 15 años que va acompañada de su prima Marion para pasar unos días de vacaciones en la playa. Allí, Pauline conoce a Sylvain, un chico de su edad del que se enamora, y Marion se reencuentra con Pierre, un viejo amigo que todavía sigue enamorado de ésta, pero el sentimiento no es mutuo, ya que Marion se ha encaprichado de otro hombre llamado Henri. Toda una disección de lo complejas que pueden llegar a ser las relaciones amorosas. Es uno de los filmes de Rohmer que más gustan, de hecho, hasta existe un grupo de música español llamado Pauline en la playa en honor a ella.



El rayo verde (1986)
Una de las mejores películas de la etapa de Comedias y Proverbios. Tomando como título la famosa novela del escritor Julio Verne y contando con la soberbia participación de Marie Rivière, una de sus actrices fetiche, Rohmer nos habla esta vez de Delphine, una mujer solitaria e incomprendida en busca de su príncipe azul. Delphine viaja sola o en compañía para paliar su tristeza, el problema es que ella no es muy dada a relacionarse con la gente y tiene un particular modo de ver las cosas, tanto que en muchas ocasiones todo resulta bastante cómico dentro de la propia desesperanza de la protagonista.



Cuento de verano (1996)
Quizás tengo más en consideración Cuento de invierno o Cuento de otoño, pero prefiero señalar Cuento de verano como una de mis favoritas. ¿La razón? No lo sé, tal vez sea la nueva aparición de Amanda Langlet (la joven y dulce Pauline) ya convertida en toda una mujer, aunque aquí la protagonista no es ella, sino un jovencísimo Melvil Poupaud interpretando a Gaspard, un chico que llega al pequeño pueblo costero de Dinard (como siempre Rohmer y sus idílicas localizaciones) buscando a su novia Lena, pero una vez allí, Gaspard no consigue dar con ella, y durante su estancia se enamora de otras dos chicas, Margot y Solene.



No me olvido tampoco del resto de la filmografía con la que tanto me ha hecho disfrutar este admirable cineasta, Eric Rohmer, que a sus noventa años todavía sigue haciendo películas.
De todas formas y tras todo esto, siempre que alguien escribe algo acerca de lo que le agrada, también conviene recordar de vez en cuando las palabras que decía Patrick Bauchau en La Coleccionista: "mis gustos no tienen por qué ser buenos".

domingo, 1 de noviembre de 2009

Aquellos maravillosos oldies

Hace unos días, mientras tomaba unos gin tonics con unos amigos en un bar, mis oídos comenzaron a percibir los primeros compases de Heart of Glass, el archiconocido tema de Blondie. Puede sonar algo muy normal, pero en los tiempos que corren, no lo es. Hoy día escuchar a Blondie en una discoteca española no es nada fácil, incluso puede resultar una escena de lo más surrealista, sobre todo cuando la inmensa mayoría de locales acostumbra a pinchar otras cosas similares a lo que habitualmente conocemos como música, pero que para mí sólo son derivados de ésta.



Así que me puse a pensar en la preciosa Debbie Harry y sus chicos, en Blondie, el único grupo de la historia que ha sido número uno en los 70, en los 80 y en los 90, y de repente recordé que tenía un blog, y que en él yo podía poner la música que me diera la gana, y ya de paso, inducir a alguien que lleve una discoteca u otro tipo de nightclub a que se siga poniendo un poco más de este genial conjunto y de otros grupos oldies, y conseguir así levantar los ánimos de una generación que vive musicalmente perdida, entre otros muchos conceptos. Y muchos dirán "nosotros ya lo hacemos", y otros simplemente responderán "utopía".

miércoles, 28 de octubre de 2009

Cuánto comunismo llevo dentro, por Thomas Brussig

Éste es un texto escrito por Thomas Brussig, guionista y novelista de las obras Héroes Como Nosotros, La avenida del Sol y Viviendo como Hombres entre otras. Fue publicado por El País Semanal el 18 de Octubre de 2009 dentro del reportaje homenaje a los 20 años de la caída del Muro de Berlín.

Cuando cayó el muro, yo tenía 24 años. Por aquel entonces trabajaba de conserje en el Palasthotel de Berlín Oriental, el hotel de cinco estrellas más grande de la RDA, un hotel donde se aceptaba moneda extranjera y en el que se alojaban casi exclusivamente agentes comerciales y turistas del hemisferio occidental. Fue uno de los muchos trabajos no cualificados en los que me metí después de la selectividad y el servicio militar. Los estudios que habría podido empezar no entraban dentro de mis planes, ya que no quería que me pudieran chantajear. Quería convertirme en un hombre honesto, quería decir lo que pensaba y hacer lo que quisiera. Así que tuve trabajos en los que a mis jefes les daba igual lo que hiciera al terminar la jornada y escribí con calma una novela, que no fue ningún hito del movimiento disidente de Europa del Este. Pero tenía una afición y, esperaba, también talento para escribir, de modo que al principio sólo quería descubrir si también podía hacer eso: escribir una novela. Que el muro fuera a desaparecer prácticamente de la noche a la mañana y que el sistema autoritario socialista sencillamente se desmoronaría, era algo que no se me pasó nunca por la cabeza.



A menudo me preguntan cómo viví la caída del muro y cómo fueron mis primeras experiencias en el Oeste. Esto nunca lo he contado porque hay algunos episodios que me dan vergüenza. Pero ahora, 20 años después y en un periódico español, puedo romper mi silencio.
La caída del muro en sí me la perdí. Esa noche estuve en casa de Matthias, un bohemio que tenía un círculo de amigos muy numeroso e interesante. Siempre que iba a casa de Matthias (y siempre iba sin avisar, ya que Matthias, al igual que la mayoría de los que vivían en la RDA, no tenía teléfono), había gente interesante y entusiasta sentada en el sofá tomando un té y resolviendo los enigmas del universo. El té venía de una tetera que estaba hecha de cristal de Jena. Matthias nunca había lavado esta tetera, sólo la enjuagaba, así que el interior se iba revistiendo de una capa cada vez más oscura. En algún momento, decía Matthias, la capa ocuparía toda la tetera y ésta se convertiría en una piedra. Y cuando eso sucediera, afirmaba Matthias, “será necesaria la primera sílaba de los enigmas del universo”. Así que la noche del 9 de noviembre la pasé con los bohemios de Berlín Este en casa de Matthias, hablando de Dios y del mundo y, obviamente, de política, y mientras volvía a casa en plena noche por las calles vacías (debían de ser las dos y media de la mañana más o menos), un ambiente extraño reinaba en la ciudad. En bastantes pisos resplandecía la típica luz azulada que denotaba el uso de un televisor en blanco y negro. U oía radios en las que reporteros muy alterados informaban de un acontecimiento. No llegué a entender lo que era, pero algo había pasado, eso estaba claro. Que a esa hora estuvieran encendidos tantos televisores, no era normal. En los diez minutos que tardé en llegar a casa estuve pensando en lo que podría haber pasado y comprendí que debía de haber caído el muro. Por la escalera de mi casa me empecé a ilusionar con el hecho de encender la radio en mi apartamento y oír la noticia de la caída. Pero ¿salir a la calle? Estaba demasiado cansado para salir en ese momento, aunque mi casa se encontraba sólo a unos 200 metros del muro de Berlín.



El día siguiente, por la tarde, fui a Berlín Oeste. Para ello tuve que cruzar un paso fronterizo. Aunque me dijeron que el muro había caído, en realidad seguía estando allí. Sencillamente, todos los pasos fronterizos estaban abiertos. Decenas de miles de personas querían pasar al otro lado, querían ver lo que no habían podido ver en todo ese tiempo: el Oeste. Los berlineses occidentales nos recibieron con júbilo y plátanos. A los pasos fronterizos llegaban camiones desde los que se repartía café, barritas de chocolate y, como he dicho, plátanos. Una empresa llamada Schering repartía mapas de la ciudad, lo que me pareció muy práctico. Nunca había oído hablar de dicha empresa, y le pregunté a una señora que me dio un mapa de la ciudad si Schering era una aseguradora. “Una empresa farmacéutica”, me contestó.
Como la muchedumbre era increíblemente numerosa, me metí por las callejuelas para hacerme una idea del “Oeste normal”. Llegué a calles que, por lo que ahora sé, son las más anodinas y menos interesantes que ofrece Berlín Oeste: explanadas industriales en las que las plazas con chatarra se alternan con naves de almacenamiento y de expedición. Lo que enseguida me llamó la atención del Oeste fueron los enormes carteles de publicidad, tan grandes como una pantalla de cine. En uno de estos carteles había un anuncio de comida para perros: un bote y, al lado, un platito con el contenido del bote. Me quedé mirando el cartel y entonces ocurrió: la comida para perros me recordó al gulash y se me hizo la boca agua. Ése fue el momento en que el Oeste quedó desmitificado para mí. Cuando te despiertan el apetito con comida para perros, están yendo demasiado lejos, me dije.



El primer año de libertad fue asimismo el más bonito. Lo bonito fue que constituyó una experiencia entre muchas: pude compartir mis sentimientos con muchas personas. Precisamente al principio, muchas personas (incluido yo) utilizaron la libertad para vivir o de alguna forma llevar a la práctica la imagen que tenían de sí mismos. La libertad de ser aquello que siempre habías querido ser le dio a ese año un esplendor incomparable. El que se sentía llamado por la política pasaba a ser miembro de uno de los muchos movimientos que surgieron o, aún mejor, fundaba su propio partido (y, de hecho, fue ese primer año precisamente el que produjo tantos rostros nuevos e interesantes). El que sentía pasión por el dinero se hacía tarjetas de visita en las que, junto al nombre, estaba escrito “director” y comerciaba con coches o antigüedades. El que siempre había querido tener un bar podía abrir uno sin ningún esfuerzo (y en la mayoría de los casos se arruinaba). Yo me consideraba en primer lugar un escritor novel; en segundo lugar, una persona enclaustrada, y en tercer lugar, un intelectual reprimido. Como escritor novel, envié el manuscrito de mi primera novela a la editorial más famosa de la RDA, la editorial Aufbau; como persona enclaustrada, emprendí con mi hermano un viaje por Estados Unidos de cuatro semanas y media en un coche alquilado en el verano de 1990 (las vacaciones más bonitas que había tenido nunca), y como intelectual reprimido, en abril empecé a estudiar sociología en la Universidad Libre de Berlín Occidental. Era una especie de acto reflejo frente al comunismo (y, por tanto, un acto de libertad sólo a medias). Quería por fin reflexionar acerca de nuestro mundo, de los motivos que impulsan las acciones humanas y de las sociedades en categorías y conceptos distintos a los que se me habían impuesto durante años. Durante un tiempo estuvo bien, pero cuando después de algunos trimestres tuve que reconocer cada vez más a menudo que leía textos de 30 o 40 páginas sin haber entendido en absoluto de qué trataban, revisé la imagen que tenía de mí mismo como intelectual reprimido y empecé a estudiar escritura de guiones en la Escuela Superior de Cine, unos estudios que, al final, hasta llegué a terminar.

Esta imagen de mí mismo como persona enclaustrada no me produjo mucho dolor a lo largo de los años: gracias al muro y la nostalgia ligada a él, las invitaciones para viajar al extranjero siguen siendo para mí algo absurdamente valioso incluso después de 20 años de libertad de movimiento. No puedo rechazar estas invitaciones, del mismo modo que mis padres, que conocieron el hambre de la guerra y la posguerra, no podían tirar un trozo de pan. Y siempre que piso territorio extranjero no puedo evitar tener el pensamiento profano de que este viaje no estaba previsto para mí, que en un momento determinado me resultaba igual de impensable que un viaje a la Luna y que es el resultado de un cambio radical.

Sin embargo, ¿cuánta RDA, cuánto comunismo sigo llevando dentro? Para mí es una pregunta (o una suposición) normal que un alemán oriental en Alemania se tiene que plantear, ya que con la unidad alemana los alemanes orientales no sólo recibimos el bonito marco alemán, sino también a los alemanes occidentales, que presumían de saber cómo funciona la libertad.



La verdad es que la unidad alemana es la cuestión dominante y omnipresente de los últimos 20 años, por lo menos para los alemanes orientales. Tengo la sensación de que el este de Alemania, es decir, aquellos que viven “en libertad” desde hace 20 años, no pueden reflexionar acerca de su libertad, porque el proceso de adaptación a la sociedad alemana occidental, con todas sus leyes, autoridades y disposiciones, todos los rituales para presentar solicitudes, requiere mucho tiempo. Aunque todo tuviera la etiqueta de “libertad”, lo que estaba escrito en letra pequeña era simplemente demasiado.

He aprendido algo sobre la libertad. Por ejemplo, que un Estado que garantiza las libertades civiles (libertad de prensa, libertad de opinión, etcétera) no produce automáticamente personas libres. No eres una persona libre sólo porque vivas en una sociedad libre, en un país libre. Ser una persona libre es tarea de todo individuo, día a día. Está claro que puedes ser libre si cierras los ojos y cantas. Pero si tienes dinero, es más fácil ser libre. La libertad es un ideal importante y tentador y, al mismo tiempo, una promesa por la que es fácil dejarse engañar. Por tanto, es posible que el concepto de libertad sea el concepto más malinterpretado de nuestros tiempos, no sólo en discursos políticos o en la publicidad, sino también debido al hecho de que se suele confundir con un sinónimo de falta de respeto o irresponsabilidad. No obstante, el tono solemne de la libertad no se ve afectado por eso, lo que demuestra lo poderosas que son las sensaciones que la palabra libertad despierta en nosotros. Es un milagro que el tono solemne de la libertad sea aún más fuerte que la ridiculización de dicho tono.

Y una de las alteraciones más profundas de la imagen que tengo de la humanidad fue descubrir hace unos años que no todas las personas quieren la libertad, que no para todas las personas la libertad es un regalo. Algunos se sienten atemorizados, abrumados. Hay personas que necesitaban la RDA. John Irving exponía en su primera novela, Libertad para los osos, una parábola sobre la libertad fácil de retener. Habla de dos estudiantes que planean un complot para liberar a los animales del zoo de Viena y al final lo llevan a cabo. Entre los animales que todavía están encerrados se desata el caos y bastantes pagan el precio de la libertad con su vida. Para estos animales, el breve momento de la libertad termina de una forma igual de cruel que para otros era el estar encerrados.

A menudo me preguntan en qué me habría convertido si no hubiera caído el muro y si todavía existiera la RDA. Soy capaz de imaginar muchas cosas, pero ésa no. No puedo responder a esa pregunta. No sé si habría llegado a ser escritor, si habría podido publicar en la RDA o si me habría ido al Oeste, si podría haber completado realmente mi plan y me habría convertido en una persona honesta. Nunca me ha atraído la idea de escribir una autobiografía. Pero escribir una autobiografía como si nunca hubiera existido el punto de inflexión de 1989-1990, que dividió mi vida en un “entonces” y un “ahora”, eso sí que sería un desafío.

jueves, 22 de octubre de 2009

American: the Bill Hicks Story

En el Festival de Cine de Londres se presenta estos días 'American: the Bill Hicks Story', un documental que cuenta con la narración de algunas de las personas más cercanas al que para mí ha sido uno de los monologuistas más grandes de todos los tiempos, Bill Hicks, fallecido en el año 1994 a causa de un cáncer de páncreas.



Son incontables las veces que me he reído con sus monólogos, muchos de los cuales casi se podrían definir como "clases para la vida y obviedades básicas", y es que por mucho que los veas una y otra vez, siempre te siguen produciendo la misma gracia.



domingo, 18 de octubre de 2009

El príncipe de Sundance y Zooey Deschanel en (500) Days of Summer

Ciudad de Los Angeles. Él (Joseph Gordon-Levitt) estudió arquitectura aunque ahora malgasta su talento escribiendo tarjetas de felicitación. Ella (Zooey Deschanel) es un espíritu libre que comienza a trabajar en la misma oficina que él como secretaria del jefe. Ambos se conocen y descubren que tienen infinidad de gustos en común, empezando por la genial música de los Smiths. Él se enamora perdidamente de ella. Ella no. Ésta es a grandes rasgos la premisa inicial de '(500) Days of Summer', aquí llamada 500 días juntos.



La película se presentó en el último Festival de Sundance, y el pasado verano se estrenó en todo Estados Unidos, siendo enormemente elogiada por la crítica. El próximo 23 de Octubre llega a los cines de España, aunque no sé por qué ya me estoy oliendo una paupérrima distribución. Espero equivocarme, pero ésta es la eterna condena del cine independiente. Dirige el debutante Marc Webb, y firman el guión Scott Neustadter y Michael H. Weber.



Joseph Gordon-Levitt, el llamado príncipe de Sundance y por consiguiente una de las figuras principales del cine indie norteamericano, es conocido por sus papeles en películas como '10 razones para odiarte', 'Brick' (esa joya noir de la que ya hablé una vez) o 'Mysterious Skin', y Zooey Deschanel, ese rostro y esa mirada, ha intervenido en otras películas como 'Casi Famosos' de Cameron Crowe, 'Guía del autoestopista Galáctico' y 'El Incidente' de Shyamalan. Aparte del enorme aliciente que es para mí tener en la pantalla a dos jóvenes actores de los mejorcito de su generación como los que acabo de citar, hay algo que siempre me encanta en este tipo de películas: la banda sonora. En (500) Days of Summer se escuchan temas de Spoon, Wolfmother, The Clash, The Temper Trap, y por supuesto, de los chicos de Morrisey: The Smiths. No sé vosotros, pero yo tengo bastantes ganas de verla.

martes, 13 de octubre de 2009

Death to the Tinman

'Death to the Tinman' es un cortometraje escrito y dirigido por Ray Tintori. Quedaros con el nombre de este chico. En el 2007 recibió una mención especial de parte de los miembros del jurado del Festival de Sundance por este trabajo, que nos cuenta con buen ritmo y una factura impecable los orígenes de la historia del Hombre de Hojalata, uno de los personajes de El maravilloso Mago de Oz.

sábado, 10 de octubre de 2009

Éste es nuestro Woody

En los últimos años Woody Allen nos había ofrecido algunos productos que aunque bien es cierto que poseían una calidad aceptable, no estaban a la altura de lo que nos había dado décadas atrás. También es cierto que como siempre, ha habido excepciones. Esas excepciones se llamaban 'Todo lo demás', una película que considero infravaloradísima, algunos momentos de 'Un final made in Hollywood', y... bueno, y 'Match Point' diremos, aunque se trate casi de un remake de 'Delitos y Faltas'. El resto (Scoop, Melinda y Melinda, El sueño de Casandra, Vicky Cristina Barcelona...), aun siendo buenas películas con grandísimos momentos de cine, no tenían esa brillantez única que Allen ha recuperado y con nota en Whatever Works (Si la cosa funciona).



En esta ocasión Woody ha contado con un genio de la comedia, Larry David, este señor que veis en la foto de arriba, creador de la maravillosa serie de televisión 'Seindfeld'. Aparte de su enorme actuación y del guión y la dirección de Woody, me gustaría destacar el trabajo de Harris Savides, el director de fotografía, un trabajo del que muy superficialmente se suele hablar a pesar de su importancia. Savides hoy por hoy es probablemente uno de los mejores profesionales en su campo con permiso de Roger Deakins. Harris utiliza siempre una paleta de colores austeros con los que consigue un estilo naturalista capaz de embriagar a los ojos. En 'Si la cosa funciona' pone esas formas en práctica con Nueva York como escenario. Woody Allen siempre ha sabido cómo retratar a la perfección su ciudad, y siempre se ha rodeado de lo mejor de la cinematografía. Gordon Willis y Javier Aguirresarobe son buenos ejemplos de ello.



En Whatever Works, Larry David interpreta a Boris Yellnikoff, álter ego del propio Allen. Boris es un genio en mecánica cuántica con un constante pesimismo hacia la vida. Es una persona neurótica, poco sociable y antipática. Enseña a jugar al ajedrez a "críos estúpidos", tiene constantes ataques de pánico y ha sobrevivido a un intento de suicidio. Su vida da un giro cuando encuentra en el portal de su casa a Melody, que es todo lo opuesto a él, una chica inculta, boba e inocente interpretada por esa joven tan guapa y adorable llamada Evan Rachel Wood. Incomprensiblemente, Melody pronto se empieza a sentir atraída por Boris, pero cuando su madre, la siempre notable Patricia Clarkson hace acto de presencia, no puede creer que su hija esté con este hombre, así que con unos métodos poco honrados, le buscará un nuevo novio. La trama finalmente se acaba convirtiendo en toda una serie de desbarajustes increíbles que nos deja una moraleja bastante instructiva. Toda una lección sobre la vida, además de un buen consejo de parte de Woody que a veces no tenemos en cuenta: "Si la cosa funciona, no hace falta ser un genio para triunfar o ser feliz".

miércoles, 7 de octubre de 2009

El guión más triste y divertido

Ésta debe ser la enésima vez que hablo de 'The Squid and the Whale', y no me canso. Para mí es sin lugar a dudas uno de los mejores guiones que se han escrito en los últimos tiempos. Muchos comparten esta opinión, aunque Noah Baumbach es el tipo de cineasta que suele tener el mismo número de seguidores que de detractores por su estilo poco convencional.

No sé por qué no lo he conseguido antes, pero desde hace unos días puedo disfrutar una y otra vez de la inteligente lectura del guión original de la película, importado directamente desde los Estados Unidos. Aparte del guión y de unas fabulosas fotografías en color, esta lectura proporciona diversas notas escritas tras la postproducción por el propio Baumbach. Algunas tan sólo son simples anécdotas, como por ejemplo, que Warner Bros les cobraba seis mil dólares por poner un póster de Blow Up de Antonioni en el decorado, por lo que acabaron usando el de La mamá y la puta de Eustache, que era gratis. Pero además de este tipo de curiosidades, en estas notas también se puede apreciar mejor todo lo que el director no utilizó en el montaje final y por qué. Algo muy útil para la gente que escribe guiones, ya que te permite mejorar tu propia escritura en muchos aspectos. Cuando estás en la sala de montaje te das cuenta de qué cosas faltan, de qué es lo que sobra y muchas veces del orden que deben llevar las secuencias. Es puro aprendizaje, y siempre tenemos que tratar de mejorar. Ésta es una buena forma de hacerlo.



El libro también cuenta con una interesantísima entrevista a Noah Baumbach tratada siempre desde el punto de vista del guión. En ella, el director habla de su forma de afrontar el proceso de escritura y de su evolución como cineasta desde los años 90. Me hace bastante gracia la manera que tiene de contar cómo escribe los diálogos porque creo que es algo que la mayoría hacemos: repetirlos una y otra vez en voz alta, tratando de darles el énfasis adecuado para ver si funcionan o no. Es algo que si lo ves desde fuera puede resultar bastante cómico. Ahora me viene a la cabeza una vieja historieta de Buñuel, Jean-Claude Carriére y sus vecinos allá en los años 60. El guionista y el director estaban probando diálogos en casa para Diario de una camarera, interpretándolos en voz alta. Buñuel hacía el papel de chica y Carriére el de chico, provocando la confusión entre los vecinos, que comenzaron a pensar cosas raras.



Ya para finalizar, añadiré que el guión consta de una introducción escrita por Wes Anderson, estrafalario amigo y compañero de Baumbach. Toda ella gira alrededor de un famoso jugador de béisbol los Mets, del padre de Noah y de un restaurante italiano de Upper East Side. Yo me esperaba una introducción algo más extensa, sin embargo, como se suele decir: "lo breve, si bueno, dos veces bueno", como esta enorme película.

jueves, 1 de octubre de 2009

El secreto de sus ojos

Llegué cuarenta minutos antes de tiempo a la sala de cine por equivocación, ya me extrañaba que no hubiera nadie dentro, pero hacía tiempo que no veía una película tan redonda, tan bella, tan escalofriante, tan bien interpretada, tan bien rodada, tan bien contada, tan... todo. 'El secreto de sus ojos', la última de Juan José Campanella (nominado a un Oscar por la sensacional El hijo de la novia), es magistral, es maravillosa, es soberbia, es superlativa, y así podríamos seguir hasta el fin de los días. Lo que me resulta bochornoso es que se fuera de vacío de nuestro reputado Festival de Cine de San Sebastián. Gravísimo error por parte de los miembros del jurado, que tal vez consideraron que por ser un film de Campanella, éste ya lo tenía todo hecho. De cualquier modo, si todavía existe algo de justicia en el mundo, El secreto de sus ojos tendrá su reconocimiento en los Premios Oscar, donde probablemente compita con The White Ribbon de Michael Haneke y Un profeta de Jacques Audiard en la categoría de Mejor Película de habla no Inglesa.



El director porteño ha vuelto a unir diez años después de 'El mismo amor, la misma lluvia' (una película que me encanta), a dos portentos de la actuación, Ricardo Darín y Soledad Villamil. Dos personas que se compenetran como pocos en lo que hacen, que son capaces de transmitir infinidad de sentimientos con tan sólo una mirada. Los ojos hablan, y nadie los puede callar. Sin embargo, como a estos dos ya les conocía, el que me sorprendió aún más fue Guillermo Francella. Espectacular este tipo. Una interpretación que roza la perfección. Todo en conjunto forma así un engranaje que rueda a piñón. Hay intriga, hay historias de amor hilvanadas con aguja de sastre, hay esos toques de humor tan característicos de la filmografía del director. Bajo mi punto de vista, El secreto de sus ojos es una de esas pocas películas, que como suelo decir, llegan a convertirse en clásicos al instante. Todavía me sigo preguntando cómo demonios rodó Campanella ese increíble plano secuencia en el estadio de fútbol durante el partido del Racing Club de Avellaneda. Él dice que tardó 16 días para grabar ese plano, pero en el montaje final yo no veo los cortes por ninguna parte. Señoras y señores, esto es cine.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Bored To Death

'Bored To Death' es la nueva serie de televisión que el canal HBO acaba de estrenar esta temporada, y con los ingredientes de los que dispone, creo que lo tiene todo para que llegue a convertirse en una de mis series favoritas antes de que acabe el año, muy a pesar de lo que diga su título y algunas primeras críticas.



Rodada íntegramente en Brooklyn, uno de los cinco lugares del mundo en el que me gustaría vivir, la serie está protagonizada por Jason Schwartzman, Ted Danson (único), Zach Galifianakis, la jovencísima Olivia Thirlby, la carismática Parker Posey y hasta la estelar intervención de Jim Jarmusch en un episodio llamado 'El caso del guión desaparecido'. La duración de cada capítulo es de 30 minutos.



Jonathan (Schwartzman) es un escritor en caída libre, se siente perdido. Ha roto con su novia gracias en parte a su afición por la bebida y no es capaz de terminar su segunda novela. Ahora, en lugar de hacer frente a la realidad, Jonathan decide convertirse en detective privado a tiempo parcial para conseguir ser un héroe y un hombre de acción, aunque lo único que sabe del oficio es lo que ha leído en las novelas de Raymond Chandler.

El protagonista de la serie es en palabras del creador su propio álter ego, de hecho, los dos se llaman igual. Jonathan Ames, conocido sobre todo por sus novelas y comics como The Alcoholic, así lo contaba en su blog. Ames, que ha escrito todos los capítulos de Bored to Death, quería rendirle de esta manera un homenaje al cine negro. A mi querido cine negro. Veremos qué será lo que les depara el futuro.

martes, 22 de septiembre de 2009

Whit Stillman, un genio desaparecido

John Whitney Stillman, otro de los míos. Nació en Washington D.C en el año 1952. Afincado entre Madrid y Nueva York, una de sus películas extranjeras favoritas es 'Ópera Prima' de Fernando Trueba, un grandísimo amigo suyo. Estudió en Harvard, y en la década de los 90 se convirtió en un director y guionista de culto dentro del circuito independiente gracias en gran parte a 'Metropolitan', su película de debut, por la cual consiguió una nominación al Oscar al Mejor Guión Original. Ahora lleva más de diez años sin realizar nada por falta de oportunidades, y es una pena que alguien con tanto talento permanezca inactivo, en el olvido.



Durante todos estos años dice que se ha dedicado a escribir guiones que no han encontrado financiación, aunque parece que por momentos se atisba una luz al final del tunel con uno de esos guiones que ha desarrollado durante este tiempo, 'Dancing Mood', que trataría sobre la escena musical en las iglesias de Jamaica en los días que precedieron al reggae. También se comentaba la posibilidad de una adaptación de 'Little Green Men', una novela de Christopher Buckley que trata sobre un popular presentador de televisión que es abducido por extraterrestres justo después de un programa con el presidente de Estados Unidos. No obstante, en una entrevista reciente, Stillman daba casi por descartada esta opción después de que no hubiera movimientos por parte de producción.

En alguna ocasión, Whit ha criticado duramente el uso de las escuelas de cine porque según él, no ayudan a que sus estudiantes comprendan la historia del séptimo arte. "Hay una generación creciendo sin haber visto ni una sola película de Preston Sturges", comenta.
¿Pero cómo llegó él a conseguir tanto prestigio? He aquí su corta aunque gran biofilmografía:



Tras graduarse y ejercer durante un tiempo como periodista en Manhattan, Whit Stillman se adentró en el mundo del cine nada más y nada menos que vendiendo películas españolas.
En la famosa discoteca Studio 54 conoció a su actual mujer, Irene Pérez-Porro, nacida en Barcelona, ciudad a la que se mudó con ella. Una vez allí, también trabajó como actor en las películas 'La línea del cielo' de Fernando Colomo y 'Sal Gorda' de Fernando Trueba. Tras pasar gran parte de los años 80 en España, país hacia el que hay continuas referencias en su cine, Whit regresa a Nueva York para sacar adelante 'Metropolitan', su primera película.

Muchos han querido ver en su obra una mezcla entre Eric Rohmer y Woody Allen, y aunque es cierto que algo de ello hay, Whit Stillman se supo forjar su propio estilo, como los grandes, haciéndonos ver los defectos y la humanidad de una clase social medio alta y aburguesada que le es muy familiar, siempre en clave de comedia y con el añadido de unos diálogos frescos y ágiles, una característica que rápidamente se convirtió en su tarjeta de presentación. Se han referido a toda su obra realizada en los 90 como "la trilogía de los condenados burgueses enamorados". Vayamos por partes:



Año 1990. Whit Stillman estrena 'Metropolitan', la primera película de esa "trilogía" en la que nos contará parte de sus propias experiencias con una palabra clave en mente: distinción. También su película más premiada. Presentada en Sundance y en Locarno. Estrella de los Independent Spirit Awards y nominada a un Oscar. Lo que muchos no saben es que para conseguir dinero y rodarla, Stillman vendió su propio apartamento.

'Metropolitan' se desarrolla en Manhattan, Park Avenue del Upper East Side para ser exactos, y nos cuenta los encuentros de varios amigos en sus estupendas casas neoyorkinas durante unas vacaciones de Navidad. Las conversaciones entre sus personajes, inmaduros, jóvenes enamorados que juegan al bridge y visten esmoquin, los herederos de Jane Austen se podría decir, son el mayor filón de la película, bien exprimido gracias en gran parte a personajes como Nick Smith, Audrey Rouget y el aburrido socialista a favor del modelo desarrollado por Charles Fourier en el S. XIX Tom Townsend (Edward Clements), una de las principales bases del conflicto, un chico con otro punto de vista que nada tiene que ver con el del resto, un personaje que critica los hábitos de sus colegas con particular sentido del humor, al menos para nosotros los espectadores.

Metropolitan también nos enseñó lecciones básicas sobre la vida. Por ejemplo, nos enseñó que no es necesario leer un libro para tener una opinión de él (véase la Biblia), y también que los chicos altos, ricos, de buen ver, deshonestos, presumidos, fanfarrones, mentirosos, borrachos, ladrones, egocéntricos y probablemente psicóticos son altamente atractivos para las mujeres. Para mí además significó descubrir a un actorazo llamado Chris Eigeman, que más tarde trabajaría de nuevo con Whit y también en las primeras películas de Noah Baumbach. En definitiva, toda una joya de la que no se puede prescindir en tu videoteca. Una obra a la que más adelante me gustaría dedicar un post entero.



1994. Whit estrena 'Barcelona', su segunda película. Como a estas alturas ya sabréis, el director vivió durante un buen tiempo en la Ciudad Condal, lo suficiente como para escribir un buen guión sobre ella sin caer en estereotipos como hizo Woody Allen en su 'Vicky Cristina Barcelona'. Lo único que podría chirriar en ella es que Mira Sorvino interprete a una chica catalana y tal vez una comprometida secuencia de flamenco que por otra parte podría ser perfectamente viable, nada más. Además, Stillman escribió el guión precisamente durante su estancia en España, y se nota. Curiosamente es con mucha probabilidad la más difícil de conseguir en nuestro país. Tuve la ocasión de verla una sola vez hace ya un tiempo y ahora Criterion Collection parece que quiere lanzarse a distribuirla en un nuevo dvd y así conseguir tener los tres títulos de Stillman en sus arcas. Ojalá que así sea, la rememoremos bien y haga nuestras delicias.



En esta película, Whit Stillman vuelve a contar con su actor fetiche Chris Eigeman y con Taylor Nichols, que también aparecía en Metropolitan. La historia se desarrolla durante la última década de la Guerra Fría. Ted (Nichols), que acaba de romper con su novia, está trabajando en Barcelona para una compañía de Chicago cuando recibe la inesperada visita de su primo Fred (Eigeman) que lo cambiará todo. Ambos son dos estadounidenses en un país y en una ciudad anti-americana y anti-OTAN, dentro de una sociedad a la que tratan de comprender sin demasiado éxito.



1998. En su siguiente y última película hasta la fecha, Whit vuelve a tirar de experiencia propia para contarnos los últimos días de la música disco y de la discoteca de moda Studio 54, en la que como comentaba antes, conoció a su actual mujer. 'The last days of disco', que es como se titula su último trabajo, es un film por el que yo siento especial simpatía. El pasado mes de Agosto se editó por fin en dvd gracias como siempre a la marca Criterion, eso sí, de su disponibilidad en Europa ya es otro cantar, tendrías que comprarte primero un reproductor norteamericano. Por lo menos es casi mejor que pagar los desorbirtados precios por los que se subastaba en internet, superiores a 50 dólares en algunos casos.

Una curiosidad es que en la película jamás se pronuncia el nombre del conocido club en cuestión, pero no hace falta, todos sabemos de sobra que se trata del local de la calle 54 Oeste de Manhattan, donde se dejaban ver estrellas como Andy Warhol, Woody Allen, Cher, Liza Minnelli, John Travolta o Al Pacino. Incluso cuenta la leyenda que la última copa antes del cierre definitivo se la tomó Silvester Stallone.



En 'The last days of disco' volvemos a encontrarnos con una mayoría de personajes de cómodo nivel social, que como todos, también tienen problemas personales y profesionales en la vida. Entre el reparto tenemos a las maravillosas Chlöe Sevigny y Kate Beckinsale, dos chicas guapas y recién graduadas que trabajan en una editorial. Alice (Sevigny) es dulce, simpática y rechaza todo tipo de convencionalismos, mientras que su nueva amiga Charlotte (Beckinsale) es toda una arpía con la que es difícil sentir rechazo por lo gracioso de su papel. También destacan el ya conocido Chris Eigeman, un ligón siempre al borde del abismo, el simpático Robert Sean Leonard, sí, el doctor Wilson de 'House' y Jennifer Beals, la prota de 'Flashdance', en un breve pero muy risible papel.



Todas las vidas de estos personajes se concentran en las noches discotequeras de principios de los 80, donde no todos son aceptados, en especial los publicistas y la gente poco selecta. Llama la atención que durante sus casi dos horas de metraje, no dejamos de escuchar una constante banda sonora con gloriosos temas de música disco que a menudo te incitan al baile. Los diálogos magistrales vuelven a estar a la orden del día con desternillantes conversaciones como la de los yuppies, la de "el tío Gilito es sexy", o con la mejor crítica que yo jamás haya visto y oído acerca de 'La dama y el vagabundo'. Una película nostálgica en cierto sentido que marca el final de una generación para la que la música disco jamás morirá. Grande la última secuencia.



Así que por favor, los que no conozcan la filmografía de este genio pues podrían echarle un vistazo a ver qué les parece, y los que ya somos fans incondicionales de su obra desde hace tiempo, pedimos efusivamente que Whit Stillman vuelva a hacer películas. El cine lo agradecerá.